No puedo negar lo que soy
un cúmulo de palabras
amontonadas en un rincón
del cuarto
con pensamientos raídos
por el tiempo quejumbroso.
Una estancia con desaciertos
buscando los momentos extraviados
en alguna calle
sin peatones ni pasos.
Soy la sílaba extraída sin anestesia
que yace boca arriba
mirando el universo
esperando el viaje
hacia algún planeta
con argumentos razonables
que justifiquen el sentido
de cada palabra que emana
a borbotones del fondo
de mi conciencia.
Soy un vacío entre dos frases
que espera ser envuelto
en la mortaja final
de nichos que escuchan
los pensamientos acumulados
tras décadas de susurros maltrechos
por el tiempo filoso que va cortando
los sueños para dejar al desnudo
la cicatrizada realidad inminente
hasta ser un trofeo envuelto en harapos.
A veces me confundo
entre los jirones andrajosos
pensando sin remedio
todo lo que falta por seguir
hasta cuándo he de continuar
respirando las amargas visiones
que circundan este minúsculo ser.
Soy la voz que perdura
impenetrable en la coraza
de los recuerdos
atrapados y fundidos
que construyo
cada instante en esta
permanente rotación.
LA MANO DE NADIE.
MARCIA FLANDES.
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