miércoles, 29 de junio de 2011


LA IMPORTANCIA DE LA NIÑEZ



Infancia



Si los niños y niñas viven con crítica
Aprenden a condenar.

Si los niños y niñas viven con hostilidad
Aprenden a vivir luchando.

Si los niños y niñas viven el ridículo
Aprenden a ser tímidos.

Si los niños y niñas viven con vergüenza
Aprenden a sentirse culpables.

Si los niños y niñas viven con tolerancia
Aprenden a ser pacientes.

Si los niños y niñasviven con estímulo
Aprenden a confiar.

Si los niños y niñas viven con alabanza
Aprenden a apreciar.

Si los niños y niñas viven con honradez
Aprenden la justicia.

Si los niños y niñas viven con seguridad
Aprenden a tener fe.

Si los niños y niñas viven con aprobación
Aprenden autoestima.

Si los niños y niñas viven con aceptación y amistad
Aprenden a hallar amor en el mundo.

La etapa fundamental de cualquier persona es la infancia, porque aloja la mayoría de los recuerdos que marcan la conducta adulta de una persona. Durante la infancia, las personas adquieren los rasgos que las caracterizan el resto de su vida, también es la etapa en la cual se arraigan los valores, los miedos, las fobias, las buenas o malas costumbres y el desarrollo de las relaciones afectivas.

Los niños y niñas necesitan aprender, pero también necesitan jugar, experimentar y expresarse como niños. Los padres enseñan a sus hijos a pedir y responder correctamente, pero deben hacerlo de forma natural, utilizando el lenguaje infantil, y no pretender que sus pequeños se comporten y hablen como ellos.



CONSIDERACIONES HISTÓRICAS, SOCIALES Y CULTURALES
DEL MALTRATO INFANTIL


a mayoría de los datos históricos que se tienen respecto a los malos
tratos recibidos por niños y niñas, muestran que la resolución de los
conflictos mediante el castigo severo constituye una práctica arraigada
desde la antigüedad.
En Babilonia, en la época anterior a Cristo, el rey Nenrod, hizo exterminar
setenta mil niños para eliminar a uno que podía hacerle perder el trono.
En Esparta, aquellos niños que nacían con defectos físicos o psíquicos, y por
tanto previsiblemente malos guerreros, eran abandonados o arrojados por el macizo
montañoso de Tarijeto.
En Roma, los derechos de un padre de familia sobre sus hijos eran ilimitados.
Si deseaba reconocerlo, se detenía y lo tomaba en sus brazos; si se alejaba, el niño
era llevado fuera del hogar y expuesto en la calle. Si no moría de hambre o frío,
pertenecía a cualquiera que deseara hacerse cargo de él y convertirlo en esclavo.
Durante los siglos XVII – XVIII en Europa, la protección de los niños se
tradujo en el internamiento en instituciones, sin embargo, esta práctica provocó
también experiencias dolorosas y de muerte para los niños: en París, entre 1771 y
1777, habían muerto el 80% de los 31.000 niños internados; en Dublín, entre 1775 y
1796 sobrevivieron 45 de los 10.000 que permanecieron en los centros de albergue.
En un estudio reciente publicado por UNICEF, se manifiesta que
actualmente, en América Latina, 6 millones de niños y niñas son objeto de
agresiones severas y 80.000 mueren cada año producto de los malos tratos recibidos
por sus propios padres.


En Chile, según el Instituto Médico Legal, en el período de 1987 a 1991,
5.555 niños fueron víctima de abusos sexuales, y de cada diez casos siete son
llevados a cabo por personas conocidas (padre, familiar, vecino u otro conocido).
Todo lo anterior es indicativo de la relación de abuso y marginación social en
que se ha desarrollado la infancia a lo largo de la historia de la humanidad. Incluso
Aristóteles decía que "un hijo y un esclavo son propiedad de los padres y nada de lo
que se haga con lo que le es propio es injusto, no puede haber injusticia con la
propiedad de uno".
Actualmente, en muchas familias, cuando alguien quiere intervenir en favor
de un niño, se dice: “el es mi hijo y yo hago lo que quiero con él”; es decir, el
concepto de "propiedad privada" está internalizado en nuestra forma de ver y
entender las relaciones con nuestros hijos. Sin lugar a dudas, estamos inmersos en
una milenaria cultura impregnada de pautas de crianza maltratante de los hijos,
social y culturalmente aceptadas. Entonces, es muy normal que quienes ejercen
violencia no sean capaces de vislumbrar el maltrato como una práctica inadecuada,
dañina y con consecuencias nefastas para los niños constituidos en víctimas.
Las causas que explican este fenómeno de violencia responden a múltiples
factores. Entre ellos se pueden mencionar: factores propios del agresor, como son
sus características culturales, biológicas o psiquiátricas; factores propios del
agredido, como son las desventajas del niño en términos de problemas físicos,
mentales o el desapego afectivo; factores ambientales, como la pobreza y factores
culturales, tales como la creencia que el castigo es parte de la crianza de los hijos,
en una sociedad centrada en los derechos de los adultos.
Son estas condiciones las que dificultan establecer nuevos paradigmas en las
relaciones humanas y sociales, dado que implica replantearse, flexibilizarse,
sensibilizarse y aceptar que todos somos iguales y que, por lo tanto, cada persona,
sea niño, joven, mujer, adulto o anciano, merece la igualdad de espacios para
desarrollarse, el respeto a sus derechos más elementales, una libertad plena para
pensar diferente y un trato digno y sin violencia.


LA MANO DE NADIE.