viernes, 30 de abril de 2010

jueves, 29 de abril de 2010

ARTÍCULO DE VIDA.................





Durante la Concertación, se respondió a medias, frente a las violaciones de los derechos humanos, una práctica sistemática durante la Dictadura Militar. De alguna manera se pretende reparar lo irreparable. Nada volverá a ser lo mismo para las víctimas, ya que la deformación emocional es la gran secuela producto de las torturas. Imposible ocultar ciertas cicatrices psicológicas, lesiones incrustadas en las raíces de los canales afectivos, dejando a la intemperie cierta vulnerabilidad frente a la vida.
Asimismo, los delitos violentos, sucesos negativos, vividos en forma brusca, generando terror e indefensión, ponen en peligro la integridad física y psicológica de una persona y dejan a la víctima en tal situación emocional que es incapaz de afrontarla con sus recursos psicológicos habituales....


Desde esta perspectiva, una víctima es un ser sufriente por el daño provocado por otro ser humano. En las víctimas hay, por ello, un componente objetivo (la agresión sufrida) y un componente subjetivo (la interferencia negativa en la vida cotidiana, que puede revestir diversas formas: reacciones emocionales graves, incapacidad de rehacer su vida, dificultades para establecer proyectos a futuro, etc....

En general, las víctimas son incómodas para la gente porque recuerdan la fragilidad del ser humano y exponen en toda su crudeza los límites de la crueldad humana.

La medicina y el derecho penal han prestado atención a las lesiones físicas de las víctimas, pero han hecho caso omiso, hasta fechas muy recientes, del daño psicológico, que es en realidad, como una herida invisible. De hecho, el daño psicológico sólo está presente como tal en el Código Penal en el caso de violencia familiar, de las sectas destructivas y del "mobbing" laboral (acoso laboral).

Los sucesos generadores de daño psicológico suelen ser la amenaza a la propia vida o a la integridad psicológica, una lesión física grave, la percepción del daño como intencionado y la pérdida violenta de un ser querido.
El daño psicológico se refiere, por un lado, a las lesiones psíquicas producidas por un delito violento; y por otro, a las secuelas emocionales que pueden persistir en la víctima de forma crónica y que interfieren negativamente en su vida cotidiana. Lo que está alterado, en definitiva, es la capacidad de afrontamiento y de adaptación de la víctima a la nueva situación.....

LESIONES PSÍQUICAS => DAÑO AGUDO

SECUELAS EMOCIONALES => DAÑO CRÓNICO

DAÑO PSICOLÓGICO:

Se trata de un proceso que cursa habitualmente en fases . En una primera etapa suele surgir una reacción de sobrecogimiento, con un cierto enturbiamiento de la conciencia y con un embotamiento global, caracterizado por lentitud, un abatimiento general, unos pensamientos de incredulidad y una pobreza de reacciones. La víctima se encuentra se encuentra como en una niebla intelectual. En una segunda fase, a medida que la conciencia se hace más penetrante y se diluye el embotamiento producido por el estado de shock, se abren paso vivencias afectivas de un colorido más dramático: dolor, indignación, rabia, impotencia, culpa, miedo, que alternan con momentos de profundo abatimiento. Y, por último, hay una tendencia a revivir intensamente el suceso, bien de forma espontánea o bien en función de algún estímulo concreto asociado (como un timbre, un ruido, un olor) o de algún estímulo más general (una película violenta, el aniversario del delito, el cumpleaños, la celebración de la navidad, etc)


LESIONES PSÍQUICAS:

La lesión psíquica se refiere a una alteración clínica aguda que sufre una persona como consecuencia de haber experimentado un suceso violento y que la incapacita significativamente para hacer frente a los requerimientos de la vida ordinaria a nivel personal, laboral, familiar o social.

Este concepto de lesión psíquica, que es medible por medio de los instrumentos de evaluación adecuados, ha sustituido al de daño moral, que es una noción más imprecisa, subjetiva y que implica más una percepción de prejuicio a los bienes inmateriales, del honor o de la libertad que el sufrimiento psíquico propiamente dicho.

Las lesiones psíquicas más frecuentes son las alteraciones adaptativas (con un estado de ánimo deprimido o ansioso), el trastorno de estrés postraumático o la descompensación de una personalidad anómala. Más en concreto, a un nivel cognitívo, la víctima puede sentirse confusa y tener dificultades para tomar desiciones, con una percepción profunda de indefensión (de estar a merced de todo tipo de peligros) y de incontrolabilidad (de carecer control sobre su propia vida y su futuro); a nivel psicofisiológico, puede experimentar sobresaltos continuos y problemas para tener un sueño reparador, y por último, a nivel de las conductas observables, puede mostrarse apática y con dificultades para retomar la vida cotidiana.

SECUELAS EMOCIONALES:


Las secuelas emocionales, a modo de cicatrices psicológicas, se refieren a la estabilización del daño psíquico, es decir, a una discapacidad permanente que no remite con el paso del tiempo ni con un tratamiento adecuado. Se trata, por tanto, de una alteración irreversible en el funcionamiento psicológico habitual o, dicho en términos legales más imprecisos conceptualmente, de un menoscabo de la salud mental.

Las secuelas psíquicas más frecuentes en las víctimas de sucesos violentos se refieren a la modificación permanente de la personalidad, es decir, a la aparición de rasgos de personalidad nuevos, estables e inadaptativos (por ejemplo, dependencia emocional, suspicacia, hostilidad, etc.) que se mantienen durante, al menos 2 años y que llevan a un deterioro de las relaciones interpersonales y a una falta de rendimiento en la actividad laboral.

Esta transformación de la personalidad puede ser un estado crónico o una secuela irreversible de un estrés postraumático, que puede surgir como como consecuencia de haber sufrido un suceso violento.

La dificultad de valoración de las secuelas emocionales estriba en la evaluación post hoc, en donde no siempre es fácil delimitar el daño psicológico de la inestabilidad emocional previa de la víctima, así como en la necesidad de establecer un pronóstico diferido (curabilidad/incurabilidad).

VÍCTIMAS DE RIESGO:

Las víctimas de riesgo tienen una cierta predisposición a convertirse en víctimas de un delito violento porque constituyen una presa fácil para el agresor, las víctimas vulnerables, a su vez, tienen una mayor probabilidad de sufrir un intenso impacto emocional tras haber sufrido un delito violento (sean o no víctimas de riesgo). Se trata, por tanto, de dos conceptos distintos.

Los factores de riesgo aluden a una mayor atracción del agresor para elegir una víctima cuya agresión puede quedar impune. Así, algunos factores de riesgo son estables (pertenecer al sexo femenino, ser joven, ser inmigrante, vivir sola, carecer de recursos familiares y sociales, padecer una deficiencia mental, etc.); otros, por el contrario, son situacionales (haber consumido alcohol, drogas en exceso en lugares nocturnos, frecuentar entornos marginales o peligrosos o estar enamorada de un toxicómano o de un hombre violento). En estos casos puede haber una imprudencia temeraria por parte de la víctima.

¿Cómo y quién repara estas heridas, secuelas, cicatrices, lesiones sicológicas?

De alguna manera toda la humanidad es agredida permanentemente por situaciones, eventos, hechos, agresivos que van deteriorando, deformando la psiquis humana. Tal es el hecho, y así lo demuestra, que la cultura que nos rodea es de la muerte. Permanentemente las Naciones mantienen conflictos, teniendo breves momentos de paz.
Si nos detenemos a pensar y observamos nuestra propia realidad; alguna vez hemos sido víctimas de algún evento o suceso que implique actos de violencia. De tal manera que, tenemos que sobrellevar nuestras secuelas emocionales sin ayuda, respirando con dificultad un aire saturado, con discursos asfixiantes que mantienen el control de seres esclavizados...................

LA MANO DE NADIE.















ISABEL PANTOJA...

http://www.youtube.com/watch?v=J08UcNsBQkQ








LA INCOMPARABLE ROCÍO JURADO......











martes, 27 de abril de 2010

LA SATURACIÓN DEL DISCURSO







Aunque el elogio de la palabra ha tenido,
tiene y tendrá defensores enérgicos, por
constituir una de las causas más nobles a
favor de la comprensión humana; cualquiera
que practique el lenguaje hablado más allá
de las formas instrumentales para denominar objetos,
paisajes o funciones se ha encontrado en los límites
inherentes a las mismas palabras y con el choque
intercultural y psicológico entre personas.
Para hablar bajo el prisma de la comunicabilidad
son necesarias las unidades sígnicas con
transporte de significado en tanto que medio
o instrumento, los hablantes con deseo intencional
de comprensión y la expansión suficiente de
un tema que dé de sí lo necesario para ser
captado en lo esencial. Sin estos tres factores
y su complementariedad el proyecto comunicativo
se viene abajo. Si hay lenguaje pero los hablantes
están usurpados por fanatismos que no escuchan
no hay resultados en el entendimiento. Si hay
intención comunicativa concurriendo con suficiencia
la premisa subjetiva pero no hay coincidencia
lingüística o se dan valores distintos a las voces
sonoras o gráficas; el resultado comunicante será
un galimatías. Si no hay obstáculo en ninguno de
esos dos campos pero el lugar de exploración del
discurso va más allá de las posibilidades intelectivas
y del propio conocimiento científico puede pasarse
a un magma de letras donde cada interlocutor cree
estar entendiendo lo que el otro dice sin estar
seguro de lo que él mismo aporta.
Junto a todo esto no se puede olvidar que las
sociedades modernas son responsables de un
nuevo tipo de síntoma en sus residentes: el de
la saturación. La gente está saturada ante
objetos de todo tipo, ofertorios, ideas, propuestas,
programas televisivos y una cascada de pretendidas
innovaciones de las que está excesivamente cargada.
La saturación es tanta que en los casos extremos
hay personas que ya no quieren saber nada más
de nada. Llegar a estar conclusión es terrible
pero las personalidades resentidas se defienden
adoptándola como criterio de supervivencia.
Se ha dado un significativo salto cualitativo de
aquella antigua advertencia del “no quiero
saber ya nada más de ti” cuando una persona
acaba harta de otra, al “no quiero saber nada
más de tal o cual asunto, de tal o cual programa,
grupo, gente, empresa o historia”. La cosa no
ha hecho más que empezar. La vieja imagen
del eremita aislado como sinónimo de felicidad
completa volverá a tener su apogeo. Las maneras
de desconexión de lo que nos llega del otro son
múltiples. También en situaciones particulares
cuando este otro es el partner o algún conviviente.
El “sí-cariño” como automatismo verbal de los
maridos mas bien silenciosos frente a sus esposas
verborrágicas es algo más que una simple
cordialidad estática, pone una nota de humor
al fracaso de la comunicabilidad. De alguna
manera nos hemos de defender los unos de los
otros y todos de todos en todas aquellas cosas
que no nos interesan en lo más mínimo sin por
eso perder la oportunidad de la relación y la
potencialidad de sus cosas buenas. No nos interesa
recibir cualquier clase de textos en nuestro
correo electrónico ni participar en cualquier
clase de conversaciones en la cafetería o en
las reuniones de sobremesa. Tampoco nos
interesa todo lo que pueda decirnos nuestro
cónyuge o nuestro amigo. Esa selección de la
palabra nos lleva a pulir un complejo mecanismo
de filtraje de las entradas verbales. El síndrome
de saturación del discurso tiene una larga
trayectoria de previas. Cambiar de canal
en los minutos publicitarios, o de las noticias
que dan sobre fútbol, o de la música que está
sonando o del imbécil que está hablando
haciéndonos perder un precioso tiempo eran
ya indicadores de discriminación cualitativa
y de saturación, por consiguiente, de aquello
que no gustaba. He comprobado que se puede
vivir inmerso en un mundo telemático durante
docenas de años y no saber absolutamente
nada de nada de algunos campos de información
en los que no se quiere entrar. Soy un absoluto
ignorante sobre football y tauromaquia y prefiero
seguir en mi condición de no saber nada.
Un dispositivo mental hace que no escuche
según que cosas y no me quede ni siquiera
con los datos más destacados como nombres
de jugadores o ligas. La cosa no acaba ahí.
He comprobado que se puede vivir en el
mundo de espaldas a todo lo que no interesa
de él. La realidad no es más que una espiral
de círculos de realidades. Estar en unos no
obliga estar en todos.
Ya las pautas de la naturaleza de cada uno
marcan una dinámica de opuestos entre los
momentos de estar con los demás y en los
que se quiere estar solo. Prematuramente
todos afirmamos la necesidad de no ser
molestados en los actos más básicos de las
funciones corporales entre las fases de reposo
(y por lo tanto autoasilamiento) y las de
actividad (y por lo tanto interacción y juego
social). Begoña Huertas que debutó en la
novelística con Déjenme dormir en paz puede
inducir a una parodia aún más extrema de la
vida moderna bajo el síndrome de saturación.
Su título sería más o menos así: déjenme vivir
sin la presencia de uds.
Si contáramos el tiempo gastado en atender
cosas que no nos interesan seguramente
nos alarmaría, matemáticamente, saber que
podríamos llenar la vida de contenidos mucho
mejores. Basta con vaciarla de contenidos nefastos
para tender a llenarla con contenidos interesantes.
Todos los tiempos sumados a auditar shows
televisivos para majaderos, noticias que nos
mienten, conversaciones deplorables con colegas
profesionales que no arrojan ningún balance de
positivos, discusiones reiterativas, lecturas repetidas
y atenciones al teléfono de agentes comerciales
que nos proponen tal o cual maravilla doméstica;
nos proporcionarían una cifra alarmante.
Para quienes solo buscan entretenimiento ya
les vale, para quienes buscan vivir la vida les
toca hacer una criba pronto. Cuando ésta al final
se establece con un conjunto de criterios: no leer
propaganda comercial superflua, no contestar
automáticamente al teléfono o a la puerta cuando
sus respectivos timbres suenan, no enchufar la
radio o la tele por sistema, no admitir que el
primer vampiro con el que coincidamos nos
explique sus desgracias para que le ayudemos
a remontar su interés por la vida, no leer cualquier
cosa que nos dan, no escuchar cualquier conferencia
a la que vayamos, no aceptar a ningún comecocos
que el infortunio ponga en nuestro camino etc etc;
puede suceder que nos extralimitemos con
criterios de filtro tan estrictos que nos impidan
la recepción de entradas influyentes tan
interesantes como deseables.
El gran riesgo de la selección elitista, pues
de esto se trata, es que puede privar a la persona
de todos sus sensores racionales de independencia
privada. Es entonces cuando el síndrome de
saturación está tan intalado que es dañino puesto
que el sujeto para acabar con la rabia mata al
perro, o con la procesionaria quema el pino en
lugar de tratarlo como fenomenos separados.
Ha incorporado en su vidau n cortafuegos tan
estricto que no solo impide la llegada de todos
los virus de internet sino tambien el acceso a
cualquiera de sus páginas para no correr
ninguna clase de riesgo.
La saturación del discurso tiene una parte
lógica y concordante con el proceso de invasión
del mercado de los consumos con un montón de
insultos a la inteligencia y a la sensibilidad; pero
tiene otra parte autolesiva cuando por no caer en
la trampa del engaño no se está por conceder la
hipótesis de que siguen produciéndose cosas
bonitas y dignas de contacto. Sería como si la
cinematografía de ahora en la que ya no predomina,
en la inmensa mayoría de productos, ninguna
intencionalidad creativa -bastando para la
producción de ella una ensalada de violencia,
desnudos y sexo sin ton ni son ni el menor
interés de un argumento coherente- nos
llevara a impugnar todo el cine que ha existido
y el que está por existir. Juan Cueto sostiene
que la cinematografía ha pasado de la
ciencia-ficción la cursi-ficción y es el género
más tontamente anticientífico. Cada espectador
que se precie de tal debe sacar sus lecciones y
no acudir a los espectáculos de los que se va
a arrepentir a los pocos minutos de entrar.
Lo mismo se puede decir de todo lo demás.
Posiblemente el espectador con estilo está
condenado a estar más tiempo en casa que
en las salas de espectáculos o a dedicarse a
actividades lúdicas más propias de la época
pre-moderna, tales como pasear, hacer tertulias,
cantar en grupo, hacer el amor o simplemente
congratularse con el espectáculo magistral
de la naturaleza.


Fuerza mojada de unos rosarios,
rosarios negros clavados en secretos,
secretos verticales comiendo de huesos,
huesos apuñalando la razón del hambre.


Profundidad amontonada sobre poros,
poros rojos de la cuchara de un trigo,
trigo alimentado de químicos saturados.

Reo de un estambre virginal,
virginal cuerpo de un pozo de niña,
niña de semillas grandes podridas,
podridas fantasías que decaen en unas líneas.

Fuerza de la profundidad de un reo
mojada y amontonada en un estambre
rosarios virginales en poros aguados
fuerza del reo en la profundidad del trigo
niña virginal de secretos verticales,
alimentada de químicos saturados.

Fanny




Nació en Santiago de Chile (1976). Poeta. En 1991 publicó el cuaderno de poesía: Los Silencios. Ese mismo año obtiene el primer lugar en el Concurso Iberoamericano de poesía "Paz y Cooperación", organizado por la comisión Quinto Centenario, del Gobierno Regional de Madrid, España, por su obra Punta de Tierra en Tinieblas. En 1993 publica Navega la Poesía, conjunto de poemas recopilatorios de su obra. En 1994 publicará una segunda edición del texto en tiraje limitado. En 1995 participa como cofundador de la revista literariaHomero, presentándose en diversas ciudades del país promocionando dicho trabajo. Estos textos crean un espacio de difusión no esperado, con varias reediciones seguidas en los primeros números. En 1997, la Editorial Mosquito, edita su primer libro El Pez Inquieto. Dicho texto recibe una calurosa bienvenida en la crítica nacional, con artículos en los medios escritos más importantes del país, tales como en el diario El Mercurio, Las Ultimas Noticias y Punto Final, entre otros. En 1998, es incluido en la antología literaria Poetas del Maule, además de editar un nuevo texto Poemas para el fin de Siglo. En 1999 dirige talleres literarios en la Universidad Católica del Maule y su obra El pez Inquietoes seleccionada por el Fondo del Libro y Lectura del Gobierno de Chile, para su difusión en las principales Bibliotecas Públicas del país, agotándose su primera edición. En el 2000, pasa a integrar la planta de talleres artísticos del Instituto de Estudios Generales de la mencionada universidad. Asimismo, dirige talleres literarios para niños en la Fiesta de la Cultura, organizada por el Gobierno, en ese mismo año. En Octubre de 2000, Publica el libro Canto a la Colorina y otros poemas, de Ediciones Imagi, Talca y dirige la Revista literaria El jinete de palo, auspiciada por la Universidad Católica del Maule. Su más reciente libro,Inventario Solemne ha sido publicado por la Editorial Mosquito en 2004. Del mismo modo, se encuentra trabajando en la antología literaria Poesía y poder, de la poesía chilena contemporánea. Reside actualmente en Talca, Región del Maule, Chile.




SOY POETA

Soy poeta, ave de rapiña de todos los sentimientos,

fruta fresca de los árboles nuevos

corazón enterrado en la tierra,

el escolar preferido de la vida,

el golpe a la puerta cerrada

con el pan y cena de todos los años.

Soy una noche tan larga como la muerte,

una guitarra sonora y sencilla,

la herradura y el rastro de toda una historia.

Soy parte hombre, parte universo;

ojos con fuego de estrella

y boca viajera como perfecto cometa.

Desde aquí me presentaré a ustedes;

soy poeta, discípulo de cada mano abierta,

sueño despertando con el bostezo de la madrugada

y un alimento recién cocido que

destapa la mesa pobre de los hambrientos.




DE ROKHA AL ABORDAJE

Desde la mutilada memoria del verso,

desde un mal gesto o un alarido,

la ira canta, canta y canta.

Sabes, Pablo, yo milito en ti,

por que desde tanta tumba

donde no tienes flores,

desde tanta ceniza de la propia vida,

desde esa celda que te dio el aplauso

te haces grande, gigante, monumento:

El Pablo, terremoto de las luces,

el Pablo, incendio de los cuerpos,

el poeta, asesino de las comidas,

el hombre, hombre de las mujeres,

el amigo, primero de botella y abrazo.

Aquí en el Maule, aquí en el Sur

entre el caldo espeso de las longanizas,

en la disparada subida caliente de las cazuelas,

puerta por puerta, libro por libro,

puerta por puerta, vacaciones en el pueblo

en el pueblo, tu nombre ;

aquí De Rokha, aquí en la víspera de la muerte.

Me llamas noche a noche,

disparo a disparo, ¡Ay! la bala,

¡Ay! el gatillo sonó como campana

y partió un poeta a discutir con Dios

si el cielo es cielo o si el demonio

tiene por apellido De Rokha.

¡Ay! la bala, la pólvora;

no se muere sólo de intentos,

la muerte abraza sólo al imbécil,

la muerte sólo anima a los tontos,

quien vive, vive en el ladrido de los perros,

vive en las alas de los murciélagos,

en los senos de las prostitutas.

Vives entero en la memoria.

Yo no olvido, yo no sepulto.

¡A bailar otra vez, Pablito!

La mesa está servida y sólo falta

la boca hambrienta del padre,

del poeta y del hombre de Chile.



LA MANO DE NADIE.

martes, 20 de abril de 2010

CRÍTICA INSTITUCIONAL:

CRÍTICA INSTITUCIONAL:


El término “crítica institucional”, en sí mismo,

parece indicar una conexión directa entre

un método y un objeto: el método es la crítica

y el objeto es la institución. En la primera ola

de crítica institucional desde finales de los

sesenta y comienzos de los setenta

(que durante largo tiempo ha sido tanto

reivindicada como relegada en la

historia del arte) estos términos podían

aparentemente definirse de forma más

concreta: el método crítico era una

práctica artística y la institución en

cuestión era la institución artística,

principalmente el museo de arte aunque

también las galerías y las colecciones.

La crítica institucional adoptaba así

muchas formas, tales como obras e

intervenciones artísticas, escritos

críticos o activismo (artístico-)político.

Pero en la llamada segunda ola, desde

los años ochenta, el marco institucional

de alguna forma se vio expandido

hasta incluir al artista (el sujeto que ejercía

la crítica) en un rol institucionalizado,

así como la investigación sobre

otros espacios (y prácticas)

institucionales además del espacio artístico.

Ambas olas son hoy parte de la institución

artística en forma de historia y enseñanza

del arte, así como en las prácticas

contemporáneas del arte desmaterializado

y posconceptual. No es mi propósito aquí,

no obstante, discutir o llegar a un significado

de la crítica institucional como un canon

de la historia del arte ni implicarme

en la escritura de dicho canon

(cedo respetuosamente esa tarea

a los Texte zur Kunst y los October

que hay en el mundo). En su lugar,

a cambio, me gustaría apuntar una

coincidencia entre las dos olas que

me parece que ha cambiado

drásticamente en el actual “retorno”

de la crítica institucional que podría

o no constituir una tercera ola.

En todas sus emergencias históricas,

la crítica institucional fue una práctica

sobre todo, por no decir exclusivamente,

ejercida por artistas y dirigida contra

las instituciones (artísticas), como

una crítica de su(s) función(es)

social(es) ideológica(s) y de representación.

Las instituciones artísticas, comprendieran

o no el trabajo de los artistas, se veían

como espacios de circunscripción y,

en palabras de Robert Smithson, de

“confinamiento cultural” factibles de

ser atacados estética, política y teóricamente.

La institución se planteaba como

un problema (para los artistas).

Ello contrasta con las actuales

discusiones crítico-institucionales que

parecen propagarse predominantemente

por parte de curadores y directores de

las mismas instituciones, discusiones

que, por lo general, argumentan

a favor antes que en contra de las instituciones.

Es decir, no consisten en un esfuerzo

por oponerse o destruir la institución,

sino que buscan modificarla y

solidificarla. La institución no es

sólo un problema, ¡es también una solución!

Ha habido, entonces, un desplazamiento

del lugar de la crítica institucional,

no sólo en el tiempo histórico sino

también en términos de los sujetos

que dirigen y ejercen la crítica: se ha

deslizado del exterior al interior.

Es interesante la manera en que Benjamin

Buchloh ha descrito el momento histórico

del arte conceptual como un movimiento

“de la estética de la administración a la

crítica de las instituciones”, en un famoso

y controvertido ensayo llamado,

elocuentemente, “Conceptual Art 1962-1969:

From the Aesthetics of Administration to

the Critique of Institutions”.

Aunque Buchloh dirige su enfoque

a la emergencia del conceptualismo,

su sugerente distinción es quizá más

pertinente ahora que la crítica institucional

es literalmente ejercida por administradores

estéticos: quienes dirigen los museos,

organizan exposiciones, etc. Siguiendo

consejos de Buchloh, Andrea Fraser va

un paso más allá en su ensayo reciente

“From the Critique of Institutions to an

Institution of Critique”, donde afirma

que ya no es posible un movimiento

entre el adentro y el afuera de la institución,

dado que las estructuras institucionales

se han interiorizado por completo.

“Nosotros somos la institución”,

escribe Fraser, y concluye de esta

manera que la cuestión es más bien

crear instituciones críticas, lo que

ella llama “una institución de la crítica”,

establecidas mediante el autocuestionamiento

y la autorreflexión.

Fraser también escribe que las instituciones

del arte no deberían contemplarse como un

campo autónomo, separado del resto

del mundo, de la misma forma que el

“nosotros” no está separado de la

institución. Si bien yo estaría ciertamente

de acuerdo con cualquier tentativa de

contemplar las instituciones artísticas

como parte de un conjunto más amplio

de espacios socioeconómicos y

disciplinarios, me confunde sin

embargo el intento de integrar el

mundo del arte en el actual sistema-mundo

(político-económico) y simultáneamente

sostener que hay un “nosotros” en ese

mundo del arte. ¿Quién es exactamente

ese “nosotros”? Si el mundo del arte se

observa como parte de una institucionalización

generalizada de los sujetos sociales

(que a cambio interiorizan la institucionalización),

¿cuáles son y dónde se sitúan las líneas

que marcan la entrada, la visibilidad y la

representación? Si uno de los criterios de

cualquier institución reside en la manera

en que efectúa exclusiones (algo inherente

a cualquier colección de arte), la cuestión

es ¿qué sujetos caen fuera de la

institucionalización, no por causa de un acto

malintencionado ni del éxodo que ciertos

movimientos artísticos pensaron y desearon,

sino mediante el tipo de expulsiones que

se efectúan desde el mismo centro de

las instituciones, es decir, desde su propia

capacidad institucionalizadora? Obviamente,

responder a estas preguntas requiere una

noción muy expandida de crítica institucional

que se encontraría un tanto afuera de la historia

de la crítica institucional que aquí estamos

discutiendo.

Así que, volviendo al tema que nos ocupa,

la crítica institucional como práctica artística:

¿qué sucede cuando la práctica de la crítica

y el análisis institucional se ha traspasado

de los y las artistas hacia los curadores y

curadoras, críticas y críticos, y cuando tanto

artistas como curadores han interiorizado

la institución (mediante la enseñanza, el

canon de la historia del arte y la práctica

diaria)? Analizado en los términos de una

dialéctica negativa, este proceso parece

señalar la cooptación total de la crítica

institucional por parte de las instituciones

(lo que implica, por extensión, la cooptación

de la resistencia por el poder), lo que

convierte a la crítica institucional como método

crítico en algo completamente obsoleto.

La crítica institucional, cooptada, sería

como una bacteria que quizá haya debilitado

temporalmente al paciente, la institución,

pero sólo con el fin de fortalecer su sistema

inmunitario a largo plazo. No obstante,

tal conclusión dependería de unas nociones

de subjetividad, agencia y espacialidad que

la crítica institucional, diríamos, intentó

de construir. Implicaría que la crítica institucional

histórica era de alguna manera “original”

y “pura”, confirmando así la autenticidad

de los sujetos-artistas que la ejercían

(en oposición a los sujetos “institucionales”),

reafirmando en consecuencia una de las

ideas que la crítica institucional buscó

sortear, es decir, la noción de sujetos auténticos

per se (un sujeto representado por el artista

y reificado por la institución). Si la crítica

institucional fue en efecto un discurso

de desvelamiento y demistificación de

cómo el sujeto y el objeto artístico se

escenificaban y reificaban en la institución,

entonces debemos decir que cualquier

narrativa que (de nuevo) represente a

ciertas voces y sujetos como auténticos,

en tanto que posibles encarnaciones

de ciertas políticas y críticas, no sólo

es contraria al proyecto de la crítica

institucional, sino que también podría

considerarse una cooptación final o,

con más propiedad, una apropiación

hostil del mismo. La crítica institucional

no trata, después de todo, de las intenciones

e identidades de los sujetos, sino de las

políticas e inscripciones de las instituciones

(y, de esta manera, de cómo las relaciones

entre los sujetos están siempre tramadas

por espacios institucionales específicos

y precisables).

Deberíamos más bien intentar historizar

los momentos de la crítica institucional

y observar cómo su éxito consiste en haber

sido integrada en la formación de artistas y

curadoras, es decir, en lo que Julia Bryan-Wilson

ha llamado "el curriculum de la crítica institucional".

Se puede entonces entender la crítica

institucional no como un periodo histórico

y/o un género en la historia del arte, sino más

bien como una herramienta analítica, un método

de crítica y de articulación espacial y política

que se puede aplicar no sólo al mundo del arte,

sino también a los espacios e instituciones

disciplinarias en general. Una crítica institucional

de la crítica institucional, lo que podríamos llamar

una "crítica institucionalizada", tiene entonces

que cuestionar el papel de la enseñanza, la

historización y la manera en que la autocrítica

institucional no sólo conduce a cuestionar

la institución misma y lo que ésta instituye,

sino que también se convierte en un mecanismo

de control dentro de los nuevos modos de

gubernamentalidad, precisamente a través

del propio acto de su interiorización. Y es

esta noción expandida de crítica institucional,

a la que antes me he referido, la que podría

convertirse en el legado de los movimientos

históricos al mismo tiempo que podría servir

de orientación para lo que las llamadas

"instituciones artísticas críticas" dicen ser.

El Análisis Institucional es una disciplina


sociopolítica donde convergen diversas


ciencias con las que construye su objeto


de estudio: el inconsciente institucional.


Del psicoanálisis toma el descubrimiento


de una producción del inconsciente


en relación con procesos de represión


vinculados a conflictos, pero a diferencia


del inconsciente psicoanalítico, el análisis


institucional, alude a procesos sociales


del desconocimiento de lo político y


no a procesos intrapsíquicos.


El inconsciente institucional se ubica


en el campo de lo político reprimido


y olvidado, su análisis corresponde


a la ideología y a las relaciones sociales.


La filosofía del derecho de Hegel ,


es otra fuente teórica básica de ahí


se retoman los tres momentos de


la institución: el de la universalidad,


el de la particularidad y el de la


individualidad. En el caso de la


universalidad se sitúa lo instituido,


en el momento de la particularidad lo


instituyente y en el de la individualidad


la institucionalización que es la síntesis


de lo instituido y lo instituyente, así


como su mediación.


Para la comprensión de la formación


e institución de los grupos recurre a



la escuela sociológica francesa, a


la psicología social y de los grupos,


y al psicodrama de Moreno así como


a la teoría de las organizaciones.


Esto es así porque en las prácticas


de formación, el colectivo e intervenciones


institucionales suceden con y en grupos


y estos son parte de las organizaciones,


donde el grupo se encuentra igualmente


construido como objeto de conocimiento.


Retoma críticamente la teoría de la


organizaciones tales como la


teorización sobre los fenómenos


de poder, los procesos internos de


cambio y resistencia al cambio de los


grupos y las compulsiones de la burocracia,


ya que la organización es descrita en la


teoría de las organizaciones como


"grupo de grupos" o como el


gran grupo organizado. Los objetivos


de la organización se logran a través


del empleo de ciertos medios, y las


dificultades para el logro de los


mismos son conceptuadas como


disfunciones, sujetas a terapia social,


para lo cual se propone el análisis


estructural y funcional de la organización.


Los analistas institucionales interrogan:


¿qué es una función social u


organizacional? A diferencia de los


sociólogos funcionalistas positivistas


responden que existen además de las


funciones visibles, positivas las invisibles


negativas. "La fábrica tiene por función


visible producir automóviles o gas


natural, pero ante todo tiene por función


invisible producir ganancias" . Por lo


cual sostienen que el objeto empírico


positivo, lo explícito de la organización,


es la función oficial. En el curso de las


investigaciones analíticas institucionales


se trabaja con la hipótesis de que


la institución es lo invisible, lo implícito,


lo negativo de lo empírico, por lo cual,


la institución es el inconsciente político


de la sociedad.


El análisis de las relaciones de


producción no son inmediatamente


visibles, por lo que hay que develar


la cara oculta de estas relaciones,


lo reprimido social. Para hacer accesible


el sentido oculto de lo reprimido social


es necesaria la interpretación para


develar este sentido, que es siempre


el fundamento de las instituciones.


De ahí su método de indagación.


El conocimiento del inconsciente


político de la sociedad, la institución,


implica la intervención. En una situación


experimental de consulta las


dimensiones de análisis comprende


tanto la organización como la


institución, entonces es cuando el


análisis institucional se convierte en socioanálisis.


Para Mariano Ortega, hay que diferenciar


en el análisis de la realidad organizacional


cinco niveles: El nivel racional, el


estructural, el relacional, el político y el simbólico .


a). El nivel racional. Implica los fines de la


organización donde medios y fines se


articulan mediante la lógica de la


eficiencia y la efectividad, con insumos


y productos, en un esquema lógico


de estructuración formal.


b). El nivel estructural. Permite


comprender la estructura y los


procesos de la inserción de los


individuos mediante el establecimiento


de normas de conducta organizacional.


c) El nivel relacional. Se considera la


adecuación que existe entre las funciones


de carácter formal de la organización


y las necesidades de las personas, los


intereses, aspiraciones, motivos, metas,


así como el análisis de las interacciones


informales y las normas de conducta


que se deriva de tales interacciones.


d). El nivel político. Se analizan la


convergencia de intereses y el


conflicto por la consecución de la


supremacía entre individuos y grupos


por la búsqueda del poder.


e). El nivel simbólico. Tiene que ver


con los aspectos que legitiman


o confirman la pertenencia al grupo


o a la organización, con los rituales y


ceremonias comunitarias que dan


sentido de identidad.


La otra dimensión que concurre


para la explicación de la propuesta


indagatoria y de investigación


es la de orden estrictamente


institucional, concepción energética


y hermenéutica para el quehacer institucional.


Implica la lectura institucional como


doble efecto de fuerzas y de sentidos.


En la investigación activa del inconsciente


institucional de una organización dada,


se presentan resistencias, rechazos,


defensas, transferencias, cuyo fondo


siempre es el Estado, definido ya


como el condensado de la economía


y de las demás instancias, como resumen


de la formación social, y como el punto


de encuentro y sobredeterminación de


todas las transversalidades sociales.


La línea vertical de la institución, las


relaciones de poder piramidal, es


lo instituido y la horizontal, las


relaciones de paridad, lo instituyente


que niega los vínculos institucionales


como es el caso de la "nueva"


sociología de las organizaciones y


la psicología humanista, rogeriana,


gestaltista, y algunas propuestas


de autogestión. Las relaciones


verticales y horizontales de los


grupos que conforman la organización


definen la transversalidad, por ello


el grupo como tal se define en


oposición tanto a la verticalidad


como a la horizontalidad.


La transferencia institucional


es la estructura de la organización


que es objeto-soporte ya sea material,


técnico o simbólico, de aquello que


ocurre en la vida del grupo para los


sujetos implicados.



La segmentaridad son los


grupos de referencia y sistemas


de pertenencia, otras instituciones


que traen los individuos al grupo,


tales como la familia, el sindicato,


la escuela, la iglesia, grupo étnico,


lenguajes, etcétera.


El esclarecimiento de lo inconsciente


institucional se vincula no solo


a la intervención y consulta con


el analista institucional externo,


sino también al trabajo de analizadores


naturales y a los analizadores


históricos de las instituciones,


entonces es como el socioanálisis


interviene con ;


a). La situación analítica,


donde es posible descifrar


las relaciones que los grupos


y los individuos mantienen


con las instituciones, de manera


objetiva, imaginaria o fantástica,


en el análisis de una situación dada.


b). El analista puede ser el


consultor externo o algunos


dirigentes formales o informales


de la misma institución, capaces


de revelar lo inconsciente institucional.


c). El analizador es el catalizador


institucional, que permite revelar


la estructura de una institución


provocándole a hacerse manifiesta,


puede ser de orden psicosocial


que alude a la aspecto empírico del o


de los grupos, o bien psicoanalítico


que es el aspecto inconsciente del grupo


a través de un emergente. El analizador


se asocia a conductas económicas,


libidinales o políticas.


Solamente se han mencionado


algunas de las categorías


elementales del análisis institucional.


Mediante una metáfora se puede


comprende la relación existente entre


la organización y la institución:


se diría que la institución es


al alma como la organización es al cuerpo.




Kenny G - aliento



LA MANO DE NADIE.