Nunca hubo una Bach, una Beethoven o una Mozart. Ni tampoco una Verdi o una Wagner. Es materia opinable, por supuesto, pero en la historia de la música no se registra una compositora mujer de esa categoría, a juzgar por el testimonio contundente de historiógrafos y musicólogos de todas las épocas. Esa especie de valor entendido en el sentido de ignorar de plano la existencia misma de creadoras musicales ofrece numerosos ejemplos. El célebre director de orquesta sir Thomas Beecham decía, a principios de siglo: No hay compositoras, nunca las hubo y posiblemente nunca existirán. Concepto tan terminante como el denunciado en la Biblia, cuando Adán exige a Eva que deje de emitir un ruido tan horrible mientras tañe una caña hueca, agregando que si alguien tiene que hacer eso debe ser él.También el Papa Inocencio XI declaraba en un edicto de 1686 que la música es absolutamente dañina para la modestia que corresponde al sexo femenino, criterio refirmado en 1703 por Clemente XI. El filósofo Moisés Mendelssohn, abuelo de Felix y Fanny, despreciaba la erudición de las damas de modo rotundo e impiadoso.Tres notables compositoras argentinas se prestaron a contestar la pregunta básica. ¿Por qué no hubo creadoras musicales como Bach, Beethoven, etc.? Hilda Dianda, Alicia Terzian y Marta Lambertini coincidieron en general en el rechazo a la pregunta misma. Para Dianda la pregunta en sí ya constituye segregación y es discriminatoria, algo que apoya Lambertini. Según Terzian la respuesta es muy simple: Porque la historia se escribe en Europa y la redactan los hombres.Hilda Dianda quiere destacar tres aspectos: la música es la más abstracta de todas las artes, es sonido, por lo tanto si no se la oye no trasciende, no existe; compositoras existieron, existen y de acuerdo al notable aumento en escala mundial, desde hace 30 años, seguirán existiendo. Lo que no existe es la difusión de sus obras en forma habitual, normal, coherente con el fluir continuo del hecho musical.Dianda agrega que la sola expresión mujeres compositoras supone sorpresa, asombro, incredulidad. Con la discriminación se equivoca el rumbo, se desvían vocaciones, se atrasa el merecido respeto y reconocimiento a trascendentales trayectorias, y se menosprecia al público que ama la música y quiere oírla y entenderla. Para la compositora cordobesa debe operarse un cambio de mentalidad en quienes manejan instituciones musicales oficiales o privadas y también en los intérpretes. Y añade que los géneros femenino-masculino no avalan en absoluto ni jerarquía creadora ni mérito artístico, ni poder de inventiva ni capacidad técnica, pidiendo ser abiertos y respetuosos sólo ante los valores de las composiciones.La pregunta acerca de la inexistencia de mujeres compositoras hace recordar a Dianda al denominado filósofo de los filósofos de la edad moderna, Hegel, quien sostenía que el pensamiento, lo intelectual, la abstracción, son sólo propios de los hombres. Sin lugar a dudas el sesudo pensador ignoraba la existencia, más de seis siglos antes que él naciera, de Hildegard von Bingen, una de las personalidades más completas y eruditas de aquellas épocas. Quizá no esté respondiendo exactamente al tema sobre el cual me piden opinar, pero se aproxima tanto como para reflexionar qué antigua es la marginación que las mujeres han conocido y conocen en un quehacer musical dominado plenamente por los hombres. Hegel ignoraba la existencia de la inquieta Hildegard, pero cómo encaja la pregunta en nuestra época. Falta de información, seguramente, pero también desinterés de quienes, aunque suene paradójico, se especializan en temas musicales, incluyendo organizadores de conciertos e intérpretes.Alicia Terzian confiesa que sería necio de su parte admitir que esta encuesta sea una realidad para ella, porque considera que es una excepción, dado que su carrera se ha hecho lenta, pero sólidamente en el país y en el exterior. Quizás sea que no me ubico contra nadie, ni hombre ni mujer, sino conmigo y con todos los que quieran acompañarme. Yendo a la historia de la mujer creadora, Terzian dice que siempre se preguntó por qué no se difunden las obras de Bingen, Clara Wieck, la duquesa de Sajonia-Weimar, Fanny Mendelssohn y tantas otras. Las preguntas quedan, inexplicablemente, sin respuestas. Para ella es a partir de la década del 80 cuando la mujer compositora ocupa el lugar que merece en la creación mundial, sin discriminación y sólo basada en su calidad profesional. Luego agrega que profesionalmente los hombres marginan a las mujeres simplemente porque les temen (a las talentosas, ciertamente); no todos, sin embargo, porque los que están conformes con ellos mismos son siempre excelentes compinches.Otras opiniones de Terzian: No me interesan los ghettos de la música de vanguardia ni los de mujeres, porque ambos alejan al verdadero público de mi obra. Por eso prefiero que mis creaciones se toquen en temporadas de abono con autores clásicos, incluso las de cámara. Y así sucede ahora. Algo más, nunca tuve problemas porque nunca me puse a pensar en ello. Nunca competí con nadie, ni mujer ni hombre. Simplemente escribí, trabajé, dirigí, organicé, sin pensar que era mujer, sino que estaba ejerciendo mi derecho de trabajar. Tan simple como eso.Para Marta Lambertini la idea le parece idiota y no sabe si vale la pena discutirla. A su juicio es desgastante y valdría la pena ocupar ese tiempo en omponer, enseñar y escuchar música. No hace ninguna diferencia y cree que hay casos dramáticos, el más agudo el de Fanny Mendelssohn, de quien se sospecha que muchas de sus obras fueron atribuidas a su hermano más famoso. Afortunadamente nací bastantemás tarde, y en esta época no siento haber sido discriminada en mi vida profesional como compositora o como docente. Lo que cabría preguntarse es si alguna vez una mujer se sintió discriminada, pero la verdad era que su talento no llegaba a ser significativo o importante como para estar a la altura de los más grandes. Podría seruna linda excusa. Lambertini da un ejemplo. Dos años atrás se organizó en San Pablo un festival con compositoras femeninas. El encuentro sirvió para que todas se dijeran qué ridículo era hacerlo sólo para mujeres, recibiendo rechazo por parte de algunos hombres que se sintieron discriminados.Es difícil emitir una opinión a manera de corolario o conclusión ante tantos argumentos y ejemplos históricos. Vale la pena refirmar que algo de razón tienen quienes suman nombres ilustres de la talla de Bach o Beethoven sin encontrar mujeres.Sí cuando de intérpretes y educadoras se trata, pero las razones de nuestras entrevistadas van mucho más allá de consideraciones de sexo. Tal vez deba afirmarse, en definitiva, que ante una hermosa partitura no debe existir discriminación alguna.
sábado, 5 de junio de 2010
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