El consumo de alcohol ha escapado hasta ahora a la presión social ejercida sobre otros tóxicos como el tabaco o las drogas. Sin embargo, los problemas sanitarios que genera este compuesto igualan o superan a los debidos a la nicotina o a la arterioesclerosis.
Una revisión de 'The Lancet' repasa la epidemiología, el tratamiento y las políticas preventivas en torno a este problema.
60 trastornos que genera el alcohol
Hasta la fecha se han identificado más de 60 patologías producidas por las bebidas alcohólicas. Por poner algunos ejemplos: el 7% de los tumores de mama, el 18% de los ictus, el 39% de las cirrosis, el 25% de las muertes en accidente de tráfico y el 26% de los homicidios están directamente relacionados con el consumo de alcohol.
Tan importante como la cantidad bebida es el patrón de consumo. Se ha comprobado que la ingesta intermitente y en grandes cantidades(bebedores de fin de semana) produce problemas propios, independientemente de la cantidad total consumida.
El grueso de las investigaciones sobre alcohol y enfermedad se han centrado en tres procesos: cáncer de mama, enfermedad coronaria y violencia.
El consumo de alcohol varía de forma importante en diferentes regiones del mundo: en general se bebe más en países ricos o no afectados por restricciones religiosas. Esto hace que el porcentaje de patologías de las que la bebida es responsable, también oscile entre un 1,3% para los países menos avanzados hasta el 12,1% en la antigua Unión Soviética. Se ha estimado que de media, el 4% de las enfermedades mundiales están afectadas negativamente por el alcohol. Una cifra espectacular sólo superada por la delgadez (9,5%), el sexo de riesgo (6,3%) y la hipertensión arterial (4,4%).
Todos los tratamientos pueden servir
El manejo de los problemas derivados del consumo de alcohol excesivo varía en función de su intensidad. Para bebedores importantes puede ser suficiente una breve intervención en medicina primaria. Sin embargo, situaciones con repercusiones psiquiátricas o alienación sociolaboral de fondo, requieren un ataque más profundo.
En estos últimos casos se busca la abstinencia total, el manejo de situaciones agudas médicas o psiquiátricas, la asistencia ocupacional e interpersonal o la solución de problemas básicos de alojamiento y trabajo; todo ello encaminado a una recuperación del individuo a largo plazo.
A veces se recurre al empleo de fármacos pero no hay investigaciones que demuestren que este tipo de medidas consigan mejores resultados que otras menos drásticas como el manejo domiciliario de la situación y los grupos de apoyo como Alcohólicos Anónimos.
Respecto a los fármacos, las benzodiacepinas se encuentran en el eje central de la terapia: tienen un perfil farmacológico seguro y controlan la mayoría de los síntomas (nerviosismo, ansiedad, insomnio) generados por el etanol. Otras opciones como el disulfirán, que producen sensaciones muy desagradables cuando el sujeto bebe, son peligrosas y de difícil cumplimiento por el paciente de no tener un fuerte apoyo por su familia y entorno.
Varias conclusiones pueden obtenerse de los conocimientos existentes sobre el manejo de los problemas relacionados con el alcohol:
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