miércoles, 10 de octubre de 2018

EN EL FIN DEL MUNDO


          






ANTECEDENTES LITERARIOS:

Marcia Flandes:

Gestora cultural. Realizó actividades culturales, lecturas poéticas con música en vivo, en la antigua estación de ferrocarriles del Estado.
En el Instituto Chileno Británico de Cultura de Concepción.
En cafés literarios con música, poesía y vídeos.

Participa en distintos encuentros de escritores y ferias del libro cada año en ciudades y pueblos de Chile.


Publicaciones:


Taller literario Artistas del Acero, 1992.

Taller literario Mano de Obra, 1994.12 publicaciones: 

Revista Literaria "El Beso Silabeado en el Cielo".

Folletín Literario de las "Revueltas Literarias" de la Casa del Andalién. 

Libro: "LLAMADO SUBTERRÁNEO", 1995.

Antología: Mano de Obra (1984-1996).

"EL CANTO DE LAS IMÁGENES", 1997.

Revista Literaria Mano de Obra número 18, 19, 20, 1998.

Libro: "EL PRINCIPIO DEL VERBO". 2002.

Libro: "Y EL CUERPO SE ME REZAGA...", 2002.

Libro: " LA MANO DE NADIE".

Antología SECH-CONCEPCIÓN: TODO ESTÁ EN PIE.

Antología Chile-México: VOZ DE JAGUAR, VUELO DE CÓNDOR. 2008

Vídeo poético en el cementerio de Concepción.

Con entrevista en el canal 9 Regional de Concepción, 1997.

Invitada a participar en el Círculo Literario "Tagore  Biram" de Tirúa. 

Secretaria de la Sociedad de Escritores de Chile, filial de Concepción.

Integrante de la Directiva de la Sociedad de Escritores de Arica.

Entrevistada en la Revista Cultural de Concepción "El Ermitaño" año 2006.

EL ARTE, LA LITERATURA Y EL CONOCIMIENTO TAMBIÉN SON HERRAMIENTAS PARA REHABILITAR ADICCIONES.






En el Fin del Mundo


Prólogo.


"En el Fin del Mundo", es una creación literaria que comprende tres capítulos, a través de los cuales se sustentan las raíces de la vida de la protagonista. En el capítulo Uno una niña italiana perdida en el tráfago y la desolación aborda un barco que la traerá hasta el fin del mundo, el extremo sur de Chile. Esa niña, posteriormente dará inicio al ciclo de la descendencia que configura finalmente la vida de Dafne, la protagonista.

Se hace evidente a través de sus páginas el llamado "efecto mariposa", que hace referencia a la forma en que un acto aparentemente intrascendente, puede provocar efectos inesperados y complejos en el transcurso del tiempo.

En el relato queda esbozada la problemática del aborto terapéutico que puede determinar la vida o la muerte de un ser humano y también se presenta el tema del abuso de una menor de edad que, a principios del siglo 20 no aparecía como un tema relevante en nuestra cultura. Recordemos que recién en 1959 la ONU reconoció los derechos del niño. El texto aborda de manera subyacente y principal el existencialismo heideggeriano, inquiriendo siempre acerca del misterio y la complejidad de la existencia humana. "¿Por qué nací?" Se pregunta la protagonista y  "¿por qué sigo aquí?" Y "¿por qué sobrevivo a tres decesos inminentes?". Se pregunta también "¿cuál es el sentido y la misión de mi existencia?" Esta problemática  se desarrolla y está muy presente en toda la obra.

Finalmente la temática del texto puede reumirse como la búsqueda del sentido de la vida y la misión que cada ser humano pueda traer consigo en el despliegue de su existencia.


Luis Rubilar Rivera.
Diplomado en economía
Y comunicación.
Profesor de Lenguaje y Comunicación.


COMENTARIO DE ALICIA HERNÁNDEZ.
Vicepresidenta SECH Concepción.


Gracias a ti mi querida amiga por permitirnos compartir esa solida creacion literaria y sobre todo imbuirnos de sentimientos tan profundos como los que nos remecieron en su ternura. Desolacion, tristeza y fenomenos inexplicables configuran una maciza trama donde el amor campea victorioso en la entrega a esa hija que luego de arañar la muerte vive y abraza para siempre a sus padres en una eternidad sin fronteras. Y luego ella misma renacida vuelca su fragor espiritual en doblarle la mano al destino para seguir junto a sus seres queridos. Bellisimimo y desgarrador relato poetico.

Felicitaciones querida Marcita.!!!

Tu amiga Alicia Hernández.







En el Fin del Mundo.


Capítulo UNO.
Sebastiana.


Pandemia en Italia, el tifus arrasa a familias completas.
Sebastiana emerge como un brote verde, en medio del asolado campo minado con enemigos invisibles, pero de gran poder letal, como lo es una epidemia. En ese alegre villorrio, opacado por la tifoidea, una vez devastado su hogar, sin sus progenitores, ella deambula desconcertada, sumergida en una extensa aflicción, con hambre, con sed, con frío y temor por las noches. Al llegar cerca del puerto, ve los barcos iluminados, ofreciéndole de manera subliminal una invitación hogareña. Se acerca como una diminuta fantasma y sube en medio de la gente, a una embarcación, sin saber cuál será su destino final.
Sebastiana con 8 años, desolada, expuesta a lo que pudiera ser, buena o mala suerte, se transforma en fácil presa de los depredadores, ocultos en afables sonrisas.
Son meses de viaje rodeada de mimos y afecto de quienes la veían desplazarse por la cubierta; en especial despierta un vivo interés de un español cuarentón, que viajaba solo, en busca de nuevos rumbos, este hombre la invita a su camarote y la deja dormir ahí como una manera de ganarse su confianza, mientras consigue otro para él. La regalonea con toda clase de atenciones.
Al arribar el barco, al fin del mundo en Punta Arenas, Enrique toma posesión de la niña Sebastiana y se la lleva de la mano como un trofeo nuevo, una muñeca de porcelana, frágil, delicada, pequeña. Ella confía y se entrega a los "paternales" brazos de su "salvador".
El frío de la austral Patagonia escarchó los huesos de Sabastiana, por lo que, Enrique se ve obligado a tener que avanzar hasta Pitrufquén, en donde los paseos de verano al río Toltén reconfortaron a la chica, con 11 años recién cumplidos.
Antes de finalizar enero, su vientre se llena de luz, los días infantiles de Sebastiana comenzaron a madurar prematuramente en la gestación de un nuevo ser.
Enrique legaliza esa unión en matrimonio antes del nacimiento de su primera hija.
Cada año Sebastiana era presa de un nuevo embarazo, completando 12 hijos, con algunas pérdidas espontáneas, debido a su corta edad.
Una vez que su extenuado cuerpo, cansado de parir, enferma de pleuresía, deja de ser atractivo para Enrique. Su fresca lozanía palidece de tanto dar vida, cae marchita, rendida en un rincón de su gris creación.
El estado del acontecer diario, fue tomando otro rumbo dentro de la convivencia. La tarea de crianza cotidiana, se transformó en una carga, un peso, que los progenitores comenzaron a desligarse subrepticiamente. Sebastiana por razones propias de fatiga, agotamiento físico, reiterados traumas post parto, depresión, abatimiento psicológico; no estaba en condiciones de tomar toda la responsabilidad sola. Enrique como patriarca, furtivamente, solapadamente deja de tener el control, de llevar las riendas de la casa, desatendiendo, olvidando, ignorando, apartándose de sus hijos, de su esposa, de su compromiso en sostener y asistir afectivamente, monetariamente, humanamente a todos esos seres que, en gran medida, fueron su obra. Deja de cumplir su deber, abandona esos rostros confiados en su amor, en ese estrecho vínculo, la natural cohesión y protección paternal.
Los hijos creen que de alguna manera son culpables de la deserción del padre.
Su hija mayor Luz de 14 años, comienza a llevar el peso del hogar, atender a sus hermanos menores, a trabajar dentro de la casa para una modista, que más adelante la traslada a una pequeña fábrica en Gorbea. El padre prolonga sus ausencias, por lo que los hijos ven la urgencia de buscar el sustento diario de diferentes maneras, ofreciéndose a cortar leña por alimentos, trasladar paquetes pesados por mercadería, ayudar a ordeñar las vacas por unos litros de leche...
Parte del desarrollo de los niños ocurre en Loncoche, esta vez.
Sebastiana y sus 12 hijos quedan definitivamente abandonados por Enrique, quien se desplaza a Santiago con su nueva familia, que estaba conformando de manera paralela.
Los años avanzaron trabajosamente, sin piedad, dejando surcos en la piel y en el alma de aquella inocencia encadenada.
Sebastiana contempla impávida a sus hijos, marcharse uno a uno como plumas flotando, al encuentro de la gracia humana. Algunos se casaron y emigraron al norte, una de las hijas se fue al otro lado de la cordillera con un argentino. Otro de los hijos que hacía su mejor aporte remunerado, muere de un ataque cardíaco a los 35 años. Dos nietos que estaban a cargo de sebastiana, de su hija menor madre soltera, también fallecen, de 5 y 9 años respectivamente.
Sebastiana buscaba las formas de sobrevivir, tenía en su patio trasero un gallinero, el gallo de rojo plumaje cantaba por las mañanas avisando de un nuevo día. Las gallinas eran generosas con la producción de huevos, eso permitía que Sebastiana pudiera venderlos, también criaba patos y conejos. El gato negro con guantes blancos, espantaba los posibles ratones y se paseaba como el amo del hogar. Era una granja en miniatura, provista de un azadón, un rastrillo, una pala, un serrucho, un martillo, clavos, madera vieja que cubría las herramientas. En otro rincón del reducido espacio sembraba poleo, toronjil y menta para el mate; cilantro, papas, cebollines, porotos y tomates. Sabía sacarle ventaja al trozo de tierra. Ella disfrutaba con sus aves, jugaba con las semillas, con la tierra, quedando deslumbrada frente a los frutos que se levantaban desde el suelo, hasta lucir hermosamente, para ser transportados por ella, hasta su cocina. Podía comprobar que eran su recompensa después de sacar la maleza, de regar por las mañanas y por las tardes, mientras cantaba con su delgada voz; delicadamente cubría con su manto transparente las hortalizas, de la escarcha sureña. En consecuencia, cada cosecha le ofrecía sus dádivas espléndidas.


A LOS QUE YA NO ESTÁN


Se me encoge la memoria
de tanto recordar
mis ramas temblorosas
nacientes de este sur.
Temuco, Gorbea
Loncoche, Pitrufquén
mis queridos parientes
reposan lejos
de esta cuna verde
y húmeda.
Hoy en la tristeza
se pasean
y respiran este sol
cubierto de nostalgia
con olor a leña
quemada por la mano
que ahuyentó
las sombras.
Se me agota
el pensamiento
de no poder alcanzar
ni siquiera los despojos
de sus voces
ellos
todos ellos
con el silencio de espinas
me azotan la mirada.
Rostros
veo rostros
empapados de aire
que recorren
esta larga carretera austral.


Marcia Flandes.


Capítulo DOS.
Luz.


En la primavera de 1948, Luz se enamora perdidamente de un joven artista, músico, pianista.
Se produce una intensa alianza, que los mantendrá cohesionados de manera imperecedera.
Contrae nupcias la feliz pareja, para llevar una vida soñada en Temuco.
Se inicia una buena etapa en armonía dentro de la relación conyugal.
Comienza a crecer la familia con la presencia de su primer hijo, continúan una algarabía de 8 años, de fiesta permanente con hermosos regalos, completando una habitación de los más diversos juguetes.
El paso del tiempo aumenta el regocijo dentro del hogar luminoso.
El mes de abril se expande con sus crujientes hojas amarillas, la tibieza y el aire aromático envuelve a los jubilosos padres.
Tres meses después, con la invariable alegría que la caracterizaba, en su nuevo embarazo, Luz es sobrecogida por intensos dolores abdominales. La sangre inusual dio la alerta, al inminente desenlace nefasto.
Su marido alarmado, actúa rápidamente y la lleva al hospital, caminan envueltos en confusión, una vez que la tarde comienza a cubrirse de sombras gélidas, como anticipándose a lo que estaba por suceder.
Se dirigen a urgencia y queda hospitalizada, ignorando lo que estaba por ocurrir.
Al revisar axhaustivamente a la afligida madre, apoyados por una serie de exámenes, descubren una grave complicación.
Comprobaron que se encontraban ante el caso de una gestación heterotópica. Esto sucede en uno de cada 4 mil embarazos. Los cuatro internistas chilenos allí presentes, hicieron una junta médica, incluida la obstetra; coincidentemente concluyen, en la imperiosa obligación de realizar un aborto terapéutico, debido a que, la vida de la madre estaba en peligro. Correspondía informar a la paciente que, era inviable mantener con vida al otro embrión, de tal manera que, al intervenirla debían arrasar con ambas criaturas para salvar su vida, como se debía hacer en esos casos de extremo peligro. Al enterarse Luz de lo que estaba sucediendo, se niega a perder al hijo que estaba correctamente alojado en el útero, lamentablemente el otro bebé estaba aprisionado sin vida en una de las trompas de Falopio, la que estaba provocando el sangrado. Luz comienza a sollozar, imagina a su hijo sufriendo una muerte inminente, entonces comienza a gritar: "¡salven a mi guagüita!", irracionalmente pensaba que podría existir alguna forma de evitar el fallecimiento del nonato. Las fuerzas la estaban abandonando por el grave estado en que se encontraba, perdía mucha sangre en medio de fuertes dolores, se negaba a ser operada mientras repetía incesantemente que salven a su bebito.
Su tibio aliento de madre recorrió los fríos y laberínticos pasillos del hospital, hasta encontrar asilo en los oídos del médico alemán, procedente de la segunda guerra mundial, que tomaba el turno de las 9 de la noche. Se escucha un acompasado golpeteo en el viejo piso de madera, la imponente figura del germano, se acerca tranquilo rengueando con su pata de palo, hasta la cabecera de la joven madre: " a ver linda niña, ¿ por qué grita tanto?". Con la premura que afligía a Luz, busca desesperadamente en el rostro bonachón del cirujano, una solución que lleve a permanecer con vida a su vástago: "doctor, por favor haga algo, salve a mi guagüita". El profesional capta empáticamente el apremio de la joven madre, por lo que, recurre a toda su experiencia obtenida en el campo de combate, en las trincheras, hospitales de campaña; de manera que procede a calmarla para poder realizar una compleja operación: "tranquilita, tranquilita, voy a salvar a tu bebé". Sus ojos azules fueron como anestesia, de mirada magnética que la circunda, hasta dejarla sedada para poder intervenirla quirúrgicamente. Las enfermeras, el resto de los profesionales preparaban el quirófano con medios rudimentarios de esa época. Ya en un trance, paciente-médico se entregan colaborando en la tarea de realizar la primera intervención para el embarazo ectópico tubárico en Chile, de manera silenciosa y anónima.
Media noche a vientre abierto, transfusión de sangre, paños tibios húmedos cubrían a la bebé ya formada, dentro de sus 3 meses de vida intrauterina. Los temblores involuntarios de Luz por la anemia, por la helada nocturna cristalizada en pleno julio, entrando por todos los costados de la descascarada habitación amarillenta y mohosa de ese antiguo hospital. Todo momento desfavorable, la hacían soportar estoicamente el rudo combate, con el único fin de ser un refugio para su criatura, por los 6 meses que faltaban de gestación, para que pudiera nacer sana. Más de 4 horas permanecieron doctores y enfermeras bajo el mando del teutón, que afanosamente, con gran precisión ejecutaba la mejor obra de arte en piel, carne; escribiendo la historia con bisturí, sutura, pinzas, separadores, porta agujas...
En la madrugada, concluye la trabajosa tarea de mantener con vida a dos seres con sus destinos por cumplir.
El resto de las horas fueron cruciales, no podía quedar nada al azar, por esta razón es que el doctor Helmut se mantiene personalmente a cargo de los cuidados de su paciente.
"Doctor Helmut, vaya a descansar", le dice con suave voz, la enfermera que estaba por entregar el turno de la mañana. Invita al doctor a un merecido reposo, después que permaneció fiel al lado de la enferma, hasta la alborada. Luz mantenía sus signos vitales dentro del rango de lo normal, descansando pálida, transparente como el cielo de ese amanecer.
"Un poco más me quedo con ella, quiero dejarla bien estabilizada, ya voy pronto. Vaya usted tranquila, muchas gracias Isabella, lo hizo usted muy bien". Fueron las palabras del doctor que pausadamente flotaron, hasta la semicociencia de Luz reconfortándola, sintiéndose plenamente segura, se dejó llevar por el sopor sosegadamente quedando sumergida en un sueño reponedor y reconstructivo que pareció durar miríadas en un espacio-tiempo de otra dimensión.
Un breve momento, un considerable tiempo, transcurre silencioso.
Bruscamente fue sacada de su estado de ensoñación la joven paciente, por gritos, carreras, llantos, lamentaciones, de tal magnitud que pensó estar en otro lugar, totalmente ajeno al que ella se encontraba. Le costó entender y situarse en su propia realidad.
"¡El doctorcito! ¡ayuda, una camilla, por favor, atropellaron al doctorcito, no puede ser, cómo pasó, cruzaba la calle, no no no, no puede ser... No tiene pulso ... está muerto ... murió...!
Por un gran instante olvidaron a la paciente recién operada, para centrar toda la atención en el fatal accidente del héroe, que rescató del campo de batalla a sus dos últimas sobrevivientes.
En medio de la calle, de espaldas en el pavimento, con la mirada inmóvil, rendido al cielo con los brazos abiertos, el doctor Helmut culmina su larga jornada. Quedando los neumáticos del vehículo incrustados en el centro de su pecho, deteniendo para siempre su cancino andar. Que de alguna manera, podría ser interpretado, como una señal proveniente de un orden mayor.
Luz no pudo evitar un desconcierto estremecedor. Las enfermeras lamentaban con tal sinceridad y estupor la inesperada fatalidad: "no murió en la guerra, ni siquiera cuando pasaba entre las ráfagas de balas a su alrededor, rescatando heridos para curarlos, y viene a morir aquí, al fin del mundo, como acostumbraba a decir él".
El aire fresco acarició con sus largos dedos traslúcidos, la frente del exánime paladín.
Amanece en Temuco, los techos cubiertos por el humo de las chimeneas, en invierno de 1956, un hospital sin calefacción, con los vidrios rotos, por donde se filtraba el sol amarillo pálido junto al hielo matutino.
En ese lugar del planeta, la pretérita vida, cede paso a la nueva, en gestación.
Transcurrieron 6 meses, con tanto pesar, hasta que por fin, en un portentoso verano, del 16 de enero en el 1957, nace la hija en perfectas condiciones. Con los ojos abiertos, como saludando al mundo.
Escudriña todo, con cada atisbo da paso a las siguientes interrogantes. Desde que supo la historia de su procedencia, nacieron en Dafne las preguntas: "¿Por qué nací? Podría haber estado junto al cadáver de mi hermanito mellizo. Un hombre dio su vida por mi madre y por mí. ¿quién soy, por qué sigo viva aún?"


Capítulo TRES.
Dafne.


Con 59 prolongados e inquietantes años, Dafne gira su cabeza y mira por sobre su hombro, indagando en su previda, con la misma duda que la hace cuestionarse cada instante de su intrascendente supervivencia. Nada relevante que destaque la magna odisea detrás de su historia. Un evento que va trenzando desenlaces fatales a su paso. Dado que, en Europa se gesta el efecto mariposa, provocando el salto de un continente viejo a otro continente joven. Ella ve una gran responsabilidad personal en cómo se fueron dando los hechos, para situarla en la posición en que se encuentra, no cree que todo sea para nada.
La vida es compleja como para concluir en un resultado común y ordinario.
Al recordar los 3 años de Dafne, retrocedemos en el momento del suceso, donde la vemos en su primera infancia que cae gravemente enferma aquejada de bronconeumonía; ocurre otro acontecimiento que deja una segunda huella, que marcará el siguiente rastro al tercer estigma interno.
Al principio la enfermedad no es detectada, por un mal diagnóstico en la consulta médica, por lo tanto la afección pulmonar avanza, producto de la negligencia de una salud pública con pocos recursos y profesionales novatos, lo que la hacía insuficiente. La difícil situación aumenta a tal punto que enciende la alerta roja, por lo que su padre corre desesperado en busca de la salvación de su hija. Cuando regresa con el pediatra, la niña estaba perdiendo pulso, al ver que poco se podía realizar en esos momentos, el médico le inyecta un poderoso antibiótico y les dice: "si no reacciona con esto, ya nada se puede hacer. Llámenme cualquier cosa que suceda".
Los padres se aproximaron a observar a su pequeña que boqueaba como un pez fuera del agua. No pudieron resistir verla cuando dejó de respirar, sus ojos abiertos fijos hacia atrás, con midriasis, sus extremidades rígidas ya sin movimiento. Luz no podía aceptar que tanto sufrimiento y sacrificio acaecido 3 años atrás, de nada hubieran servido, que su corta vida era apenas una chispa. Se refugiaron en la habitación de al lado abrazados, prodigándose consuelo recíprocamente, invocando la vida a las huestes celestiales, implorando en secreto que vuelva esa hija, que insistentemente, energías escatológicas desconocidas, conspiraban en su contra por despojarlos de su tesoro, de inigualable valor, tal como si le arrancaran los ojos, las extremidades o el corazón.
Fueron sacudidos dentro del tiempo, transportados por el espacio que ensanchaba, dilataba ese momento.
Una voz cristalina y alegre los saca de aquella dimensión, opacada por la pesadumbre y aflicción: "mami quiero agua, tengo sed..."
Sentada en su cama blanca los mira con sus enormes ojos de interpelación. La felicidad los inundó como padres, al revivir el gran obsequio que los acompañaría por siempre, por toda la eternidad.
Todo giraba en torno a Dafne, lo que pedía allí estaba; muñecas modernas, paseos en avioneta durante el verano, sobre protección, educación privilegiada. El amor desbordante de sus agradecidos padres, por tenerla de regreso, la cubrió por años hasta la última exhalación de sus vidas.
Después que Dafne aprende a dar sus primeros pasos, nacen sus otros hermanos en aquella casa de Temuco, Pedro León Gallo, de 2 pisos, con grandes ventanales; la claridad entraba a raudales bañando los muebles, el piso de madera brillante, las cortinas blancas entre los visillos flotando, danzando dentro de las habitaciones, las cunas al centro de los cuartos, como adornos con bordes celestes.
2 años más tarde se produce el último alumbramiento en Concepción, su hermano menor, quien hereda los genes musicales del padre. La familia a esas alturas, estaba formada por 5 hijos. Al tomar la nueva ruta, a una ciudad asomada al mar, como una prolongación curiosa; deciden afincarse por algunas décadas.
Con el transcurrir del tiempo, Dafne crece casi normal, como una niña algo retraída, sobre todo en la etapa escolar, se agudiza el constante aislamiento. En la adolescencia desarrolla un comportamiento de contemplación, de cercanía con el sufrimiento de sus más cercanos, los percibe como propios, sumados a los suyos personales. De alguna manera se convierte en un espíritu torturado. Alguien capta de manera nítida esta fase y es el cura Juan de los domingos, después de la misa se acercaba atraído por este clan compuesto por la madre y sus hijos, conversaba de la prédica y el sentido del regocijo, del entusiasmo por las acciones positivas, mientras se dirigía directamente a Dafne de 13 años: "ella tiene la mirada triste como la princesa Soraya, que pasea su tristeza por toda la comarca...", lo dijo con una sonrisa del todo familiar intentando traspasar su coraza. Dafne instintivamente guardaba en cofres sellados y polvorientos, sus íntimos dolores; cada invierno era recluida en su cuarto oscuro que la mantenía incomunicada con la materia escolar, de esta manera, buscaban sus padres protegerla de alguna brisa, que pudiera subirle esas prolongadas fiebres, que la hacían delirar seguidamente en las noches.
Retornaba a sus clases entrada la primavera, prácticamente eran 3 meses de inasistencia, todo aquello repercutía en su normal desarrollo colegial. Siempre quedan consecuencias, efectos nocivos de una desastrosa enfermedad, entre ellos, la extrema palidez, junto a un enflaquecimiento, que perduraría 20 años.
Sus letargos eran seguidos de un irrefrenable afán por la lectura, devoraba con fruición los conocimientos almacenados en las páginas de cada libro, en su biblioteca doméstica y la municipal. Tomando una actividad paralela inmersa en su cotidianeidad, refrendándose en su esencia y su transitoriedad. Ese intervalo de tiempo que le afectaba directamente como espectro, se va modificando hasta crecer.
El sentido de la trascendencia hace, en ella, su llamado constante. El deber de acudir a esa invitación para realizar algo valioso, es en la vivencia y el conocimiento, lo que se transformará en nuestro único equipaje, para remontarnos al viaje de la inmortalidad.
Después de 20 años, cumpliendo el ciclo normal de los mortales, nuevamente la muerte visita a Dafne, ataviada por la Tisis, en esa ocasión, a los 23 años, en septiembre, como queriendo recuperar algo que desde siempre le perteneció.
Esta vez la hemoptisis dejaba en claro que era inminente la partida final. Vómitos de sangre a borbotones entre cuajarones, fueron debilitando a Dafne rápidamente hasta dejarla casi exánime, su madre Luz estaba ahí para sostenerla y llevarla a su cuarto, la respiración se hacía cada vez más difícil.
Su hermoso bebé Alone de 6 meses, ignoraba todo el revuelo en torno al insoportable trance de su moribunda mamá.
El padre de Dafne, como un ángel aparece en el instante más temible, llama oportunamente al 131. Ahogada, sin aire en sus pulmones estropeados, cianótica y anémica, es llevada en ambulancia hasta urgencia, acompañada por su padre que intentaba aliviarla agitando una hoja de papel sobre su rostro.
Una vez hospitalizada, ilusamente cree que la atención será rápida y apropiada, pero los días y las noches se transformaron en las peores tribulaciones.
Las visitas que recibía no le permitían dimensionar, si realmente saldría con vida, tal parecía que se estaban despidiendo de ella. No vislumbraba el menor asomo de esperanza, sobre todo en el silencio, que de manera cómplice flotaba en torno a la dolencia y posible tratamiento.
Acontecido un mes en el hospital Regional de Concepción, Dafne vio sucumbir a mujeres de distintas edades, por diferentes causas, podía percibir la muerte en el éter circundante. Su intento por respirar se hacía cada vez más fatigoso, recostada en un infausto montón de intentos, por rescatar el aire que escapaba por todas esas cavernas, que poblaron sus pulmones.
Las 3 últimas noches sintió el glacial hálito cubriendo su boca, paralizándola en un sueño del que no podría despertar. Entonces, sacudió su rostro, espantó la traicionera calma que la conducía por el laberíntico y oscuro paisaje; comenzó a insuflarle vida a su pre cadáver.
Con la piel pegada a los huesos, casi un esqueleto, Dafne se propuso regresar al lado de su razón de ser, no quería abandonar a su bebé, no concebía que fuera a quedar huérfano, pretendía estar cerca de su único hijo, contemplar su rostro, instalarse en su mirada, tal como lo había hecho desde que nació, a descubrir todo el universo reflejado, quería verlo crecer, criarlo, educarlo, acompañarlo en todo su trayecto arterial, por un tumultuoso y convulso planeta hostil. Por eso, quería protegerlo.
Dafne se da cuenta que en un mes no progresaban, no la estaban tratando para la tuberculosis pulmonar presente. Aún discerniendo que efectivamente había que iniciar el tratamiento con estreptomicina.
Los doctores internistas se negaron, por el resultado de los exámenes de esputo, que arrojaba negativo, estaban a la espera del resultado en cultivo, aunque el resto de los exámenes indicaron que la enfermedad permanecía ahí.
Era perfectamente evidente darse cuenta que el Bacilo de Koch estaba al descubierto en la radiografía de tórax, el examen de sangre; pero debían seguir el Protocolo, parte de la Burocracia.
Al frente de la tuberculosa, un par de doctores fumaban contaminando el oxígeno que ella debía respirar. En aquella época, de 1980, estaba permitido fumar en espacios cerrados.
Cansada por la dilación de ver la incongruencia médica, al preguntar qué pasaría si ella inicia el tratamiento, cuáles serían los riesgos, ellos aducían que de no tener la TBC, tendría que completar los 6 meses de estar inyectándose todos los días, ingiriendo una gran cantidad de fármacos, ¿ acaso no era peor esperar caprichosamente, hasta que el examen diera positivo, mientras el bacilo provoca la muerte?
Dafne se las ingenia para firmar su propia alta hospitalaria, finge sentirse mejor, para justificar la inusual petición. Al intentar leer la hoja que le abriría las puertas a su libre albedrío, se da cuenta que su vista está borrosa; aún así continúa en su afán por lograr reunir las fuerzas perdidas y levanta el lápiz azul como si fuera una barra de fierro y su mano de esponja.
Prácticamente huye de las garras del infortunio, para ser devuelta a su domicilio. Si continuaba un día más en ese lóbrego lugar, dejaría de luchar, puesto que estaba agonizando, no podía alimentarse sola, dejaban las bandejas de comida al frente de ella, como una burla, no podía levantar una mano para alcanzar el alimento; cada día, cada tarde veía desfilar la comida esparciendo su aroma alimenticio, tampoco aplicaron suero, ni transfusión de sangre, menos ventilador mecánico pulmonar.
El horario de visitas era entre comidas, por lo tanto no podía ser alimentada por su familia, no permitían ingreso de ninguna clase de merienda. Su marido constantemente fue expulsado de las cercanías del lugar, por enfermeras déspotas, arrogantes, soberbias y agresivas, por lo que, sus seres más cercanos ignoraban que no estaba siendo alimentada correctamente. Era como si estuviera secuestrada por entes irracionales.
Su voz se negaba a salir, debido a la extrema debilidad en la que se encontraba, le significaba el mayor esfuerzo que pudiera realizar; en susurros lograba hilar algunas palabras para decir: "la chata, agua, tengo sed, hambre..."; las auxiliares de enfermería se molestaban continuamente, por los requerimientos de la paciente que yacía postrada, abandonada en espera, y morir sería el próximo paso.
Antes de salir al aire libre, su piel se estaba oscureciendo, tomaba el color del óbito, de la tierra.
En cuanto la luz del medio día la tocó, ocurrió el milagro que hace con las plantas, las flores que funcionan con el sol, como la Gazania y el Tulipán.
Así mismo ocurrió con el generoso aire de octubre que recorrió todas sus venas, arterias, entrando a raudales por nariz, boca, poros. Era como estar naciendo a la vida, sintiendo la fragancia de los jardines, árboles, todos estaban brindándoles su energía con tal nitidez y elocuencia, la naturaleza le ofrecía dentro de su encanto, la savia que se manifestó en el semblante, cambió el cetrino por un sutil rosa.
El poder afirmar el tronco en las extremidades, con renovada resistencia, le daría la alegría que se había perdido dentro de esa bóveda tortuosa, con seres sin sensibilidad humana, tratando a los enfermos como números, cifras, estorbo; el hecho de estar enfermos se convertía en pecado.
Dafne experimentó el acto de subsistencia como un premio, valoró la sensación de inhalar el soplo de la creación. Se sintió parte de la corteza de los árboles, de las ramas, de las raíces, del agua subterránea que refresca jubilosa las células del planeta.
Ya en Ongolmo 741 sube las escaleras por una eternidad. Su departamento acogedor la esperaba hasta el segundo piso, junto a su bebé, su pareja, su madre de mejillas rosadas y su plato reconfortante, de alimento materno, con sabor a hogar. También estaba por ahí su padre Tito, quién asoma radiante, junto al especialista bronco pulmonar de confianza.
Al auscultarla el doctor, sin estetoscopio, simplemente apoyando la oreja en la espalda, puede oír la infiltración pulmonar, al inhalar y exhalar, detecta en la respiración y en la tos el problema. Inmediatamente diagnostica tuberculosis, escribe la orden para iniciar la medicación.
Dice en voz alta: "¡cómo no fueron capaces los colegas en detectar esta incuestionable enfermedad! Son unos irresponsables al poner en riesgo la vida de una paciente".
El énfasis del doctor Sepúlveda abrió la posibilidad de que, en otro universo paralelo, estuviera ocurriendo el deceso de una mujer más (ella) en ese pabellón del terror, por donde desfilaban las camillas con cadáveres cubiertos por sábanas blancas. Dafne recuerda con pánico: "no seré yo la siguiente, que salga con la cara cubierta por una sábana, de bolsa harinera marca "globo".
Sobre todo después de los comentarios de una mujer que procedía de maternidad y estaba de paso en la sala, decía a viva voz: "una señora llegó con mucha tos, escupía sangre, demoraron en tratarla y murió. Aquí dejan morir a la gente, las que llegan graves no se salvan..."
Dafne comienza a emerger como el ave fénix entre las cenizas de la desidia.
Una vez iniciado el tan anhelado tratamiento, el vigor de vida comenzó nuevamente a invadir cada
poro de su tísico ser. Lentamente recobra su ánimo para tomar posesión de su vida, de su destino, de su mente; recupera su autonomía.
Las secuelas de una enfermedad contagiosa como la TBC, permanecen como un recordatorio, el haber adquirido por accidente en este caso, en medio del voluble viento del despropósito.
Dafne paga un costoso tributo al derecho, de estar a una prudente distancia, de su adorado bebé Alone; del momento que regresa a su hogar, después de una ineludible ausencia, en un lugar de tortura hospitalaria, debe permanecer aislada en su pieza para no contagiar al resto de los habitantes que la rodea. Ve a su hijo queriendo acercarse a ella en su colorido andador, observa de lejos las gracias de su adorable criatura; el muro invisible impide que pueda abrazarlo, besarle, cambiar su ropa, sus pañales, darle biberón cerca de su corazón, tomarlo en brazos y recuperar ese vínculo de madre e hijo.
La desgracia toma la forma inhumana, que se interpone como una adversaria imperceptible, entre ella y su único retoño.
Si la madre hubiera muerto, el recuerdo estaría incrustado en su primera memoria como lactante, eso habría determinado una herida distinta a la que almacenó en ese período, con la presencia de una madre lejana, que no podía explicarle a su hijo, que lo estaba protegiendo al distanciarlo de ella.
La naturaleza hizo su trabajo con anterioridad sabiamente, aunque aparentemente cruel, cortó la leche materna llegando a su fin, a los 3 meses de amamantarlo; queda seca, incapacitada para alimentarlo. Así evita el contagio, que podría haber transmitido a una criatura indefensa, de contraer la TBC, tendría que haber sido sometida a un espantoso tratamiento por largos meses.
Aún así, la consecuencia siempre tendría un efecto de pesar, de tormento; en ese trance para ambos en el presente y en el futuro, sobre todo en el deambular imponente Eón, el dios del tiempo eterno.
El amor extremo e incomprendido de esta madre, la lleva a un estado de quebranto en su averiada imagen, frente a su amado hijo. Lo más triste para ella, que después como adulto desconocería la verdadera realidad, que subyace en su remota memoria.
Esa parte de la ignorada historia, no podía quedar sepultada en el hondo penar, debido a que involucra el enorme amor de una madre por su hijo, este niño debía crecer junto a ella dado que a él le haría bien.
El fantasma de la enfermedad la acosaría por un cúmulo de años. El temor a toser o respirar cerca para no contagiarlo, estaría latente, sabiendo que una vez terminado el tratamiento dejaría de transmitir el bacilo; aún así temía que pudiera volver...
Después de una larga caminata por aquellos días, meses, años; los esmeros por una mejor asistencia robustecieron los huesos, los órganos, las defensas, el carácter de Dafne. A medida que avanzaba por toda una larga y estrecha avenida, parte de su familia comenzaba a desintegrarse: tíos, primos, su abuela Sebastiana, quien estaba pronta por dejar este mundo para quedar sepultada al otro lado de la cordillera en Neuquén, Argentina. Dafne llora su ausencia, en la medida que la recuerda con mucho cariño y gratitud, por esa infancia verde y azul que le regaló en todas aquellas vacaciones de invierno y de verano, con su presencia jovial.
Siente dentro de su pensamiento, mientras reflexiona: "sus frágiles huesos, con 84 años, dejan de caminar por los campos de nuestro sur, con aroma a lana de cordero que ella hilaba. Una eterna niña, que corría cerro arriba, queda inmóvil por toda una eternidad, para descansar y concluir su faena de extenso tránsito. Mi abuelita pasaba horas llorando, sufriendo sin consuelo sus dolores traumáticos como víctima del no amor. También recuerdo a mi madre con lágrimas contenidas, a punto de rodar por su cara, con la vista perdida, como buscando respuestas a su dolor...". La impresión que produjo en Luz, una dura infancia, con un padre dominante, le dejaría una marca sellada en su mente.
Todo pesar condensado, reprimido, anudado en el desconsuelo, hace tormenta en alguna parte.
Somos mentes cándidas, arrojadas a una zona adversa, con situaciones azarosas, en medio de toda desventura aciaga. Nos encontramos en un escenario poblado de seres desorientados, sintientes, afligidos, incautos; para comprobar después que nos defraudamos unos a otros, sin lograr comprender, que todos vamos en la misma nave, que nos transporta en el espacio a un mismo fin.
Conocemos de manera fragmentada cada historia dentro del seno familiar. Consiste en rescatar frases, palabras, gestos, ideas que se desplazan como alas de mariposas rozando los oídos al pasar.
Dafne se percató en su propia muerte, la de aquellas criaturas que la antecedieron en una preexistencia. Que darían paso a la suya inevitablemente, pues se encontraba allí, justo en el momento, de pie en el patíbulo, de los que estaban por abandonar sus cuerpos, para emprender el interminable viaje a lo desconocido. Eso la atormentaba permanentemente, estar separada de sus adorados seres, que fueron responsables de su firme estancia y permanencia en esta vida.
De a poco fue quedando despojada de su protección ancestral.
La próxima en seguir los pasos de Sebastiana, envuelta en mortaja, sería Luz a los 77 años. Concluye su existencia en este plano físico, para formar parte de un perenne valioso recuerdo, instalado en cada átomo circundante.
Dafne no puede evitar descender al foso de la depresión, de la negación, del desaliento; el disgusto de estar probando el fruto más amargo del árbol de la Kabbalah.
Transcurrieron lacerantes 9 años de la ausencia materna, el dolor incalculablemente desgarrador, toma la figura, esta vez, de su valorado padre Tito a los 87 años. Mucha gente, que parece no ser de este mundo, dispuso a sus pies todas las atenciones, que estaban destinadas a un rey. Como si alguien lo premiara y en esas dádivas estuviera el consuelo por la interminable separación de su amada esposa. Por otra parte, lo rodean rostros inhumanos, resentidos, codiciosos, con nebloso manto, para arrebatarle a Dafne, su último pilar fundamental. Era una manera en que sostenía su integridad, sus afectos, su emocionalidad, su consuelo.
En los tiempos previos, al fatal desenlace, de la irremediable pérdida de sus amadísimos padres; como parte de la antesala, para aminorar en gran medida el feroz ataque bestial que rondaba en las proximidades; la brisa del destino sopló con tal delicadeza los pétalos del arte, en la sagrada figura de su venerado padre Tito. Un genio anónimo para lo macro del país, pero un gran conocido local, músico, pianista y compositor. A los 4 años recibió las primeras lecciones de piano, para después aventajar a la maestra a los pocos meses.
Las huestes del norte en Chuquicamata y Calama le abrazaron con su cálido sol a él y a Luz, entre los años 1998 y el 2005. En Chilex Club, donde se encuentra la cumbre del desierto del cobre, florecieron las mejores melodías provenientes del maestro, del mago hacedor de alegría. El mejor aporte que humano puede brindar a las almas de éste y los próximos mundos.
En ese mágico lugar permanecieron solos, convertidos en hermosos abuelos, administrando sus vidas en plena serenidad.
Naturalmente los buenos instantes, no siempre prevalecen.
Junto con el cierre de Chuquicamata, se cierra un ciclo en el seno materno.
Posteriormente para Dafne el desierto representó la soledad disgregada en tormentas de arena. Al sufrir la conmoción por el extravío, del imprescindible hogar paterno. Vagó sin rumbo en estado de shock, por mucho tiempo desorientada, perdida de sus entrañables lazos afectuosos. Buscó el consuelo dentro de sí misma, se volcó hacia adentro como un caracol. Algunos pueblos de cultura ancestral han relacionado el simbolismo del caracol con el nacer y el concebir debido, en parte, a la protección que le confiere su caparazón.
Frente al nicho de su madre, con la vista áspera de tanto contemplar lo irremediable, decide continuar su camino. Aleja sus pasos de las ruinas humanas, del yermo remoto, para encontrarse esta vez, de frente, con su historia, que la observa agazapada en cada recuerdo, como si el tiempo se diera a la fuga, escapara de esa zona, para quedar comprimido en un espacio, con la única realidad, que fue, es y será. Está ahí, el eterno presente. Tan real e inmutable, inalterable como el "hecho". Es y nunca dejará de ser, no se puede deshacer.
El drama de la finitud forma parte de nuestra vida material, por lo que afecta a todo ser viviente desamparado, víctima de la indefensión, en donde permanece inerme.
Para Dafne se transforma en una serie de incógnitas, sobre todo su aparente inmortal subsistencia. : "¿por qué sigo aquí, por qué sobrevivo a 3 decesos inminentes? Las 2 primeras pre muertes, no dependían de mi como la tercera, en donde, mi desesperación era y es seguir cerca de mi hijo, algo muy parecido a lo que mis padres querían, estar cerca de mi también, como un deseo incrustado en el ADN humano, parte de la supravivencia.
Si retrocedo a la segunda guerra mundial, me encuentro con un médico alemán cruzando el océano, a otro continente, para cumplir su última tarea ... salvar mi vida. ¿Quién soy para merecer algo así? De no haber ocurrido esa guerra, mi corta vida intrauterina de 3 meses habría tenido su fin 59 años atrás. ¿Será pretencioso de mi parte pensar que la segunda guerra mundial influyó en mi existencia?".
Considerar que los imprevistos, las casualidades, el azar, la contingencia dentro de la eventualidad, crearon la causalidad del origen primigenio, no se estaría comprobando nada, como tampoco creer que un destino ordenado es responsable de los hechos, no estaría demostrando una realidad, en ningún caso. La verdad empírica que podría funcionar con o sin lógica, pareciera estar más cerca. Pero este universo en expansión aleja las posibilidades de la certidumbre, en pos de una evidencia concreta. La búsqueda de la certeza, se hace, cada vez, más escurridiza.
Comprender que estamos de paso, que en tan breve momento, nos detenemos a pensar en este instante dejamos de sentir lo bueno que fue o pudo haber sido. Por cuanto es capaz de construirse dentro de si mismo, edificar torres con ideas acertadas o erróneas, trascender la temporalidad, forma parte intrínseca del alma humana. La mente es una delimitación, esto da paso a ser inconclusos en relación a toda red de multiplicidades, cediendo a la exhortación del sofisma de la continuidad. Lo impredecible escapa a ratos del nihilismo...
Lunes 22 de agosto del 2016, día azul, soleado, casi primaveral.
Dafne disfruta ser madre de su hijo de 36 años, a quién admira como una gran persona, compositor y cantante de profundos temas humanos-sociales, con una mentalidad científica abrumadora. También se regocija en su nieto de 15 años, una promesa de innumerables posibilidades a cumplir.
Dafne continúa obsesionada por su larga permanencia (según ella), en este denso plano físico. Busca por todos los rincones, por los subterráneos, las azoteas, dentro de los libros, siempre atenta a lo que el viento pueda llevarle a su afiebrada indagación.
Atrae su atención algo, mientras sale del cine, del brazo de su marido; estima pertinente expresar en voz alta, aquello que murmura en su cabeza; en aquel momento comenta la película "El Patrón". : "Me llama poderosamente la atención una frase del protagonista, ya que tiene mucho que ver con el destino, la razón de cada existencia. Pareciera estar dirigido por las circunstancias cuando dijo: "Creo que yo debía cumplir con lo que hice, tenía que hacerlo como una misión que no pedí...". Que no pidió ... si lo analizas, de alguna manera, en algo nos toca." Concluye su monólogo con Lucián, que respetuosamente la escucha.
Dafne recordó el libro que estaba leyendo, en donde es mencionada la tarea o misión que cada persona debe cumplir, en este plano terrestre, ya sea individual, grupal, local, mundial, universal.
No deja de considerar que se encuentra aherrojada en una extensión que no considera su verdadera permanencia. Su verdadero hogar reside en el amor de sus padres, de su hijo, de su nieto, de su marido, del lazo afectivo que la une con sus ancestros y su descendencia.
En esas cavilaciones se encontraba caminando frente al portal de una galería; de pronto distingue una diminuta mesa con tres mazos de cartas, sobre un delicado paño azul, dos velas blancas, dos sillas bajas, una mujer de espaldas con un turbante verde claro, en medio del habitual comercio callejero. El minúsculo escenario esotérico, no se encontraba antes allí. Siente una extraña energía mística, que la transporta directo al Tarot de Marsella.
¿Estará la respuesta en ese lugar?



MADRE


Me hundo en las profundidades
de los mares
me hundo en las profundidades
del universo
y en las profundidades
de mis pensamientos.
En mi universo me pierdo
en mi universo me encuentro
en mi universo me hundo
en mi universo me elevo.
Giro, giro giro asciendo
y en mil colores estallo
me fundo en la nada y el todo.
Soy noche soy luz alborada y ocaso
soy viento soy lluvia soy flama
soy perlas soy corales soy ágata
rubí esmeraldas diamantes oro plata
soy diosa soy hada soy humana
mujer hasta la cumbre elevada
soy todopoderosa soy madre.


LUZ DOLORES FLANDES.


¿FIN?


PALABRAS DE LA AUTORA.


La insistencia de mi madre, motiva esta escritura de Tánatos.
Desde los 14 años, hasta hoy, en sueños, me dijo: "Hija, debes escribir la historia de tu vida, no es como la del resto ...".
Como ser atípico, en honor a ella, en un homenaje a su valentía, a su amor, a su entrega, a su dedicación, a su perseverancia.
Gracias a mi hermosa mamá, por darme la oportunidad de contemplar el amor; el mejor paisaje, la mejor imagen de todos mis seres amados.
Le ofrendo estos escritos aunque ya no esté, ni pueda sostener en sus manos las letras que he tratado de ordenar.
Lamento no haberlo hecho cuando mi madre estaba presente. Ahora que su ausencia es más notoria invoco su figura materna al igual que la de su madre, mi abuela.


A esas 3 mujeres que dieron vida, mis respetos, agradecimiento y veneración.
1.- Sebastiana.
2.- Luz.
3.- Dafne.


Mi gratitud a un héroe anónimo que dió su vida por este ser que sigue respirando.

Mi eterno reconocimiento a mi sagrado padre, que silencioso en la palabra, pero pleno de armonía, cubrió de amor, protección, cuidados, felicidad con sus preciosas melodías; en todos los instantes, a su madre, a su esposa, a sus hijos, a sus nietos. Gracias mi adorado papá, su valiosa existencia en nuestras vidas, hizo de este mundo un poco de cielo.

Una vez mi hermano menor Claudio me dijo: "Sigue tus sueños. Ellos saben el camino".


Marcia Flandes.
LA MANO DE NADIE.
 





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