sábado, 9 de junio de 2018

UN ÁTOMO DE DOLOR.



UN ÁTOMO DE DOLOR. 


La calle huele a pisadas ebrias,
se me instala en la memoria
y no me deja respirar.
Un sorbo de esos delirios
termina en las aceras
chorreando amnesia colectiva.
Los nombres se desvanecen
en medio del humo que cubre el acantilado.
Si alguna vez navegamos en busca de lucidez,
nos tropezamos
con el más trastornado de los desamparos,
el más triste de los sueños.
No importa el motivo ni la razón
hay que salir a besar el aire porque para eso estamos.

Dónde la cavidad que nos ofrecemos
cuando arrecian los latidos?
La palabra se estremece
de tanto agobio
por carecer de lo imprescindible.
La hermosura del argumento
se diluye toda la noche
en aguas que conducen a ningún lugar.
La fantasía de un holograma
yace en la puerta del holocausto.
Espantosamente un niño busca
a quién dispararle sus balas imaginarias.
Cerca del muro un perro negro
afirma sus huesos
esperando que cese su propia desdicha.
Equivocamos el rumbo en esta órbita.
La explosión nos lleva
a las pasadas constelaciones.

De qué sirve este puto oasis
en medio de la ausencia?
De pronto el planeta enmudece,
ya no hay respuesta.
Las voces quedan sepultadas en este lugar.

Labios de nicho nos rodean.

La pregunta vaga entre velos
hasta encontrar el motivo
de tan minúscula forma existencial.
El viento seco deja llagas en la respiración.
De qué sirve la alegría si los recuerdos están llorando?
Somos memoria y vocales en esta indigencia.
Nos robamos los sueños,
nos alimentamos de utopías
y nos quedamos mudos,
atónitos frente a esta vastedad,
soportando en este rincón del universo.
anti matter
LA MANO DE NADIE.

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