jueves, 29 de abril de 2010

ARTÍCULO DE VIDA.................





Durante la Concertación, se respondió a medias, frente a las violaciones de los derechos humanos, una práctica sistemática durante la Dictadura Militar. De alguna manera se pretende reparar lo irreparable. Nada volverá a ser lo mismo para las víctimas, ya que la deformación emocional es la gran secuela producto de las torturas. Imposible ocultar ciertas cicatrices psicológicas, lesiones incrustadas en las raíces de los canales afectivos, dejando a la intemperie cierta vulnerabilidad frente a la vida.
Asimismo, los delitos violentos, sucesos negativos, vividos en forma brusca, generando terror e indefensión, ponen en peligro la integridad física y psicológica de una persona y dejan a la víctima en tal situación emocional que es incapaz de afrontarla con sus recursos psicológicos habituales....


Desde esta perspectiva, una víctima es un ser sufriente por el daño provocado por otro ser humano. En las víctimas hay, por ello, un componente objetivo (la agresión sufrida) y un componente subjetivo (la interferencia negativa en la vida cotidiana, que puede revestir diversas formas: reacciones emocionales graves, incapacidad de rehacer su vida, dificultades para establecer proyectos a futuro, etc....

En general, las víctimas son incómodas para la gente porque recuerdan la fragilidad del ser humano y exponen en toda su crudeza los límites de la crueldad humana.

La medicina y el derecho penal han prestado atención a las lesiones físicas de las víctimas, pero han hecho caso omiso, hasta fechas muy recientes, del daño psicológico, que es en realidad, como una herida invisible. De hecho, el daño psicológico sólo está presente como tal en el Código Penal en el caso de violencia familiar, de las sectas destructivas y del "mobbing" laboral (acoso laboral).

Los sucesos generadores de daño psicológico suelen ser la amenaza a la propia vida o a la integridad psicológica, una lesión física grave, la percepción del daño como intencionado y la pérdida violenta de un ser querido.
El daño psicológico se refiere, por un lado, a las lesiones psíquicas producidas por un delito violento; y por otro, a las secuelas emocionales que pueden persistir en la víctima de forma crónica y que interfieren negativamente en su vida cotidiana. Lo que está alterado, en definitiva, es la capacidad de afrontamiento y de adaptación de la víctima a la nueva situación.....

LESIONES PSÍQUICAS => DAÑO AGUDO

SECUELAS EMOCIONALES => DAÑO CRÓNICO

DAÑO PSICOLÓGICO:

Se trata de un proceso que cursa habitualmente en fases . En una primera etapa suele surgir una reacción de sobrecogimiento, con un cierto enturbiamiento de la conciencia y con un embotamiento global, caracterizado por lentitud, un abatimiento general, unos pensamientos de incredulidad y una pobreza de reacciones. La víctima se encuentra se encuentra como en una niebla intelectual. En una segunda fase, a medida que la conciencia se hace más penetrante y se diluye el embotamiento producido por el estado de shock, se abren paso vivencias afectivas de un colorido más dramático: dolor, indignación, rabia, impotencia, culpa, miedo, que alternan con momentos de profundo abatimiento. Y, por último, hay una tendencia a revivir intensamente el suceso, bien de forma espontánea o bien en función de algún estímulo concreto asociado (como un timbre, un ruido, un olor) o de algún estímulo más general (una película violenta, el aniversario del delito, el cumpleaños, la celebración de la navidad, etc)


LESIONES PSÍQUICAS:

La lesión psíquica se refiere a una alteración clínica aguda que sufre una persona como consecuencia de haber experimentado un suceso violento y que la incapacita significativamente para hacer frente a los requerimientos de la vida ordinaria a nivel personal, laboral, familiar o social.

Este concepto de lesión psíquica, que es medible por medio de los instrumentos de evaluación adecuados, ha sustituido al de daño moral, que es una noción más imprecisa, subjetiva y que implica más una percepción de prejuicio a los bienes inmateriales, del honor o de la libertad que el sufrimiento psíquico propiamente dicho.

Las lesiones psíquicas más frecuentes son las alteraciones adaptativas (con un estado de ánimo deprimido o ansioso), el trastorno de estrés postraumático o la descompensación de una personalidad anómala. Más en concreto, a un nivel cognitívo, la víctima puede sentirse confusa y tener dificultades para tomar desiciones, con una percepción profunda de indefensión (de estar a merced de todo tipo de peligros) y de incontrolabilidad (de carecer control sobre su propia vida y su futuro); a nivel psicofisiológico, puede experimentar sobresaltos continuos y problemas para tener un sueño reparador, y por último, a nivel de las conductas observables, puede mostrarse apática y con dificultades para retomar la vida cotidiana.

SECUELAS EMOCIONALES:


Las secuelas emocionales, a modo de cicatrices psicológicas, se refieren a la estabilización del daño psíquico, es decir, a una discapacidad permanente que no remite con el paso del tiempo ni con un tratamiento adecuado. Se trata, por tanto, de una alteración irreversible en el funcionamiento psicológico habitual o, dicho en términos legales más imprecisos conceptualmente, de un menoscabo de la salud mental.

Las secuelas psíquicas más frecuentes en las víctimas de sucesos violentos se refieren a la modificación permanente de la personalidad, es decir, a la aparición de rasgos de personalidad nuevos, estables e inadaptativos (por ejemplo, dependencia emocional, suspicacia, hostilidad, etc.) que se mantienen durante, al menos 2 años y que llevan a un deterioro de las relaciones interpersonales y a una falta de rendimiento en la actividad laboral.

Esta transformación de la personalidad puede ser un estado crónico o una secuela irreversible de un estrés postraumático, que puede surgir como como consecuencia de haber sufrido un suceso violento.

La dificultad de valoración de las secuelas emocionales estriba en la evaluación post hoc, en donde no siempre es fácil delimitar el daño psicológico de la inestabilidad emocional previa de la víctima, así como en la necesidad de establecer un pronóstico diferido (curabilidad/incurabilidad).

VÍCTIMAS DE RIESGO:

Las víctimas de riesgo tienen una cierta predisposición a convertirse en víctimas de un delito violento porque constituyen una presa fácil para el agresor, las víctimas vulnerables, a su vez, tienen una mayor probabilidad de sufrir un intenso impacto emocional tras haber sufrido un delito violento (sean o no víctimas de riesgo). Se trata, por tanto, de dos conceptos distintos.

Los factores de riesgo aluden a una mayor atracción del agresor para elegir una víctima cuya agresión puede quedar impune. Así, algunos factores de riesgo son estables (pertenecer al sexo femenino, ser joven, ser inmigrante, vivir sola, carecer de recursos familiares y sociales, padecer una deficiencia mental, etc.); otros, por el contrario, son situacionales (haber consumido alcohol, drogas en exceso en lugares nocturnos, frecuentar entornos marginales o peligrosos o estar enamorada de un toxicómano o de un hombre violento). En estos casos puede haber una imprudencia temeraria por parte de la víctima.

¿Cómo y quién repara estas heridas, secuelas, cicatrices, lesiones sicológicas?

De alguna manera toda la humanidad es agredida permanentemente por situaciones, eventos, hechos, agresivos que van deteriorando, deformando la psiquis humana. Tal es el hecho, y así lo demuestra, que la cultura que nos rodea es de la muerte. Permanentemente las Naciones mantienen conflictos, teniendo breves momentos de paz.
Si nos detenemos a pensar y observamos nuestra propia realidad; alguna vez hemos sido víctimas de algún evento o suceso que implique actos de violencia. De tal manera que, tenemos que sobrellevar nuestras secuelas emocionales sin ayuda, respirando con dificultad un aire saturado, con discursos asfixiantes que mantienen el control de seres esclavizados...................

LA MANO DE NADIE.















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