sábado, 10 de octubre de 2009

HERNÁN RIVERA LETELIER. ESCRITOR.


                                                        




HERNÁN RIVERA LETELIER:

ES HOY DÍA EL ESCRITOR, MÁS DESTACADO DE LA NARRATIVA CHILENA.

SU TEMÁTICA SE UBICA GENERALMENTE EN LA REGIÓN NORTINA Y ES CAPAZ DE HACERLA UNIVERSAL Y TRASCENDENTE.

RESPONDE CLARAMENTE A LA AFIRMACIÓN DE TOLSTOI CUANDO DICE: "DESCRIBE BIEN TU ALDEA Y SERÁS UNIVERSAL".

Nació en Talca (1950). Vivió hasta los 11 años en la oficina salitrera Algorta. Al finalizar ésta, se traslada la familia a Antofogasta, donde muere su madre. Sus hermanos se van a casa de sus tías. El se quedó en Antofagasta solo, hasta los 11 años aproximadamente. Para sobrevivir, vendió diarios. Posteriormente trabaja como mensajero en la empresa Anglo Lautaro (hoy Soquimich). A los 18 años entró a un taller electrico. Pero su afán aventurero lo envió a recorrer, por tres años, Chile, Bolivia, Perú, Ecuador y Argentina. Regresó en 1973 a Antofagsata e ingresó a trabajar en la empresa Mantos Blancos. Se casó con una niña de 17 años teniendo él 24. Después partió a Pedro de Valdia, otra oficina salitrera. Estudió en la escuela nocturna séptimo y octavo año y en Inacap obtuvo su licencia de enseñanza media.. Actualmente (2000) vive en Antofagasta con su esposa y cuatro hijos. Ha obtenido en dos oportunidades el Premio Consejo Nacional de Libro (1944 y 1996).

Libros publicados [editar]
Poemas y pomadas (1988).
Cuentos breves y cuesco de brevas (1990).
La reina Isabel cantaba rancheras (1994).
Himno del ángel parado en una pata (1996).
Fatamorgana de amor con banda de música (1998).
Donde mueren los valientes (1999).
Los trenes se van al Purgatorio (2000).
Santa María de las flores negras (2002).
Canción para caminar sobre las aguas (2004).
Romance del duende que me escribe las novelas (2005).
El Fantasista (2006).
Mi nombre es Malarrosa (2008).
La Contadora de Películas (2009).
Premios [editar]
Premio novela inédita otorgado por el Consejo Nacional de Libro (1994 y 1996).
Premio José Nuez Martín (2001).
Arzobispo Juan de San Clemente (2001).


PLEGARIA POR EL NUEVO RICO, 

DE HERNÁN RIVERA LETELIER, 

DEL LIBRO: DONDE MUEREN LOS VALIENTES.



De los oportunistas líbralo, Señor, ...
...Guíalo siempre por el camino de la austeridad y la prudencia.

Líbralo de la tentación del cheque en blanco
de las propinas exuberantes
de la arrogancia torpe de no preguntar por los precios
Tantéale el desprendimiemto de su mano abierta
-que su derecha sepa siempre lo que da su izquierda-
Los pobres, tú también lo fuiste, Señor suelen ser demasiado munificentes.
Aconséjale que se lo tome con calma
que se vaya despacito por las piedras.
Que no vaya a cambiar muy de sopetón la rayuela por
el golf
los causeos de patitas por el caviar
los incomparables boleros de amor de Lucho Barrios
por música que sólo lo hace imaginar catedrales de
aire y no le trae a la memoria ningún nombre de mujer.

Que está bien, que es comprensible que cambie su modo de andar
que cambie de loción, de marca de cigarrillo
de raza de perro. Incluso que cambie la raya de su peinado
si le parece que le sienta mejor.
Pero palmotéale el hombro amistosamente, Señor
y dile que no sea desconsiderado
que no sea patevaca:
que no vaya a cambiar a la mujercita nublada de suspiros
que lo amó a pan y cebolla (al menos no muy luego).
Muéstrale que las rubias platinadas son fatales
que las mulatas de fuego llevan el diablo en el cuerpo
y que el noventa por ciento de las pelirrojas no lo son.
Que una danza del vientre no vale la caída de un imperio.
Que el auto de todas maneras se va a comprar
no lo atiborre tanto de adornos y calcomanías
Que la casa nueva no sea muy grande
en donde en las noches no pueda hallar una ventana con luna
y corra el riesgo de extraviar su propia sombra.
Procúrale amigos nuevos para que pueda usar su correo electrónico
(sin que ello se olvide del cabro Felo, del maestro Froilán
y de la flaca Nancy).
Pero antes instrúyelo en el arte del buen anfitrión.
Dale roce social.
Consíguele un volúmen del Manual de Carreño.
Alecciónale en los puntos más elementales
(tampoco se trata de volverlo un petimetre, claro).
En la manera de usar expedítamente los cubiertos
por ejemplo (tú sabes, Señor, que él sólo usaba la cuchara grande y, a veces, algún domingo, tenedor y cuchillo).

Y por sobre todo, por lo que más quieras
que no comience a vestirse como un turista norteamericano de farra en el carnaval de Río.
Que no ostente demasiado la hilacha, Señor...



LA MANO DE NADIE.

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