El muro*
Deja que te recuerde o que te sueñe
amor, mentira cierta y ya vivida,
más que por los sentidos, por el alma.
Atrás de la memoria, en ese limbo
donde recuerdos, músicas, deseos,
sueñan su renacer en esculturas,
tu pelo suelto cae, tu sonrisa,
puerta de la blancura, aún sonríe
y alienta todavía ese ademán
de flor que el aire mueve. Todavía
la fiebre de tu mano, donde corren
esos ríos que mojan ciertos sueños,
hace crecer dentro de mí mareas
y aún suenan tus pasos, que el silencio
cubre con aguas mansas, como el agua
al sonido sonámbulo sepulta.
Cierro los ojos: nacen dichas, goces,
bahías de hermosura, eternidades
sustraídas , fluir vivo de imágenes
delicias desatadas, pleamar,
ocio que colma el pecho de abandono.
¡Dichas, días con alas de suspiro,
leves como la sombra de los pájaros!
Y su delgada voz abre en mi pecho
Un ciego paraíso, una agonía,
El recordado infierno de unos labios
(tu paladar: un cielo rojo, golfo
donde duermen tus dientes caracola
donde oye la ola su caída),
el infinito hambriento de unos ojos,
un pulso, un tacto, un cuerpo que se fuga,
la sombra de un aroma, la promesa
de un cielo sin orillas, pleno, eterno.
Mas cierra el paso un muro y todo cesa.
Mi corazón a oscuras late y llama.
Con puño ciego y árido golpea
la sorda piedra y suena su latido
a lluvia de ceniza en un desierto.
Tomado de “Puerta condenada”,
En Libertad bajo palabra, FCE/SEP, 1983.
miércoles, 28 de octubre de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario